Cuando le preguntaron cómo era Grecia, habló de una larga
fila de casas de salud levantadas a orillas de un mar cuyas
aguas emponzoñadas llegaban hasta las angostas playas de
agudos guijarros, en olas lentas como el aceite.
Cuando le preguntaron cómo era Francia, recordó un
breve pasillo entre dos oficinas públicas en donde unos guardias
tiñosos registraban a una mujer que sonreía avergonzada,
mientras del patio subía un chapoteo de cables en el agua.