De ese modo la acumulación de materia
viscosa y de peso específico mayor
que el de su entorno continente, produce
una decantación inevitable en el seno
de dicho entorno, según la tendencia de las masas
a su lugar natural, tanto más bajo
cuanta su densidad relativa.
Con lo cual
va él adoptando una forma de seudopirámide,
que en el momento de mayor turgencia adquiere
una convexidad premonitoria de evacuación
por el punto de menor resistencia
cuanto más si pensamos
que por allí se produciría aunque el sujeto
invirtiera en ese momento la posición adoptada,
sin más que adquirir lo expelido apariencia de umbela
en lugar de la coniforme.
No por esa
emanación -por así llamarla- modifica
él su concepto de providencia, mas la admite
como necesariamente prevista en un orden concluso.
Cuya emanación se difunde sin más traba
que las que su tensión superficial le impone
en un principio; luego la acción del aire
opera en superficie una solidificación progresiva
no exenta de plasticidad, por lo que nuevas capas
se asimilan a las anteriores sin peligro
de corrimientos o grietas.
Así él,
recuperando su originaria apariencia cilíndrica,
se encuentra sobre un cono cuyo vértice
coincide con el anteriormente descrito
punto de menor resistencia:
y reflexiona.
Deduce que su único universo
lo constituye el plinto inesperado,
ergo efectuando medio giro sobre el diámetro de su
diafragma
(con lo que adopta la postura apuntada en el verso trece)
se aplica a la deglución como etapa prevista
en el orden concluso del que espera
felicidad, honor, sabiduría.