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Inventan el milagro, hay agua en Marte.
Ese charco ligero entre los cielos,
esa huella ligera y matutina.
Si hay agua en Marte hay vida para siempre.
Si hay agua en Marte hay luz en la tiniebla.
Pasan los soles, como reyes viejos,
pasan los tiempos, como dinosaurios,
y ese cuenco ligero, agua en la roca,
ese brocal de luz,
ese milagro,
nos devuelven la fe en el universo,
esta casa sin puertas que habitamos,
esta continuidad de las edades.
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Qué va a pasar cuando mi novia sepa
que no puedo vivir sin tus pseudópodos,
sin tu horrible humedad en mi bolsillo.
Qué va a pasar cuando descubra un día
las huellas de tu baba entre mis dedos,
y empiece a hacer preguntas, y la rabia
y los celos se agolpen en sus ojos,
y yo confiese al fin que la he engañado
contigo, y que no puede comparársete,
y le enseñe orgulloso el agua sucia
donde se reproducen nuestros hijos.
Que va a pasar cuando no entienda nada
y nos denuncie a Sanidad.
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Lateralmente asimétricas
las acéfalas conchas, valvas
abriéndose o cerrándose a medida
que el peligro decrece, el vicio incide.
Cuántas fuerzas para enterrarse en sí
perdiendo el todo contacto con el mundo.
Cuántos incluso con ese desparpajo
y ese aire indecible de voluntad.
Asifonados o sifonados sois
- según la fórmula de Claus -
de andares triangulares comprimidos,
quien lo pudiera sobre el campo azul.
Rocas, arena, maderámenes
guarden los sabrosísimos moluscos.
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Si los muchachos traviesos
de aguda fiebre están presos
y no pueden defecar,
si no duermen y se aterran,
si sus ojos nunca cierran
para dejar de llorar,
si el color del cuerpo todo
mudan también de tal modo
que unas veces cual carmín
se presenta enrojecido,
y otras de verde teñido,
y otras es lívido en fin:
una convulsión impía
debe temerse a fe mía,
sobre todo si la edad
no han cumplido de siete años,
porque están aquestos daños
más expuestos en verdad.
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Las estrellas se juntan alrededor de la tierra
Como ranas en torno a una charca
A discutir el vuelo de Gagarin.
Ahora sí que la sacamos bien:
¡Un comunista ruso Dando de volteretas en el cielo!
Las estrellas están muertas de rabia
Entretanto Yuri Gagarin
Amo y señor del sistema solar
Se entretiene tirándoles la cola.
De Canciones rusas. 1964-1967
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Encontré una negrita
que estaba llorando
y le pedí una lágrima
para analizarla.
Recogí la lágrima
con mucho cuidado
en un tubo de ensayo
esterilizado.
Miré de un lado,
de otro y de frente
y me pareció una gota
muy transparente.
Encargué los ácidos,
las bases y sales,
agentes usados
en asuntos tales.
Ensayé en frío,
también en caliente,
y todas las veces
hallé lo de siempre:
No hay rastro de negro,
ni signos de odio.
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Juan tenía un diamante que valía,
y, por querer saber lo que tenía,
la química estudió, y ebrio, anhelante,
analizó el diamante.
Mas ¡oh, qué horror!... Aquella joya bella,
lágrima, al parecer, de alguna estrella,
halló, con rabia y con profundo encono,
que era sólo un poquito de carbono.
Si quieres ser feliz como me dices,
no analices, muchacho, no analices...
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Con música del tango Mano a mano
Algebrista te volviste
refinado hasta la esencia
oligarca de la ciencia
matemático bacán.
Hoy mirás a los que sudan
en las otras disciplinas
como dama a pobres minas
que laburan por el pan.
¿Te acordás que en otros tiempos
sin mayores pretensiones
mendigabas soluciones
a una mísera ecuación?
Hoy la vas de riguroso
revisás los postulados
y junás por todos lados
la más vil definición.
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VII
Las cosas que miramos
se vuelven hacia atrás en el instante
que nosotros pasamos,
y conforme va el tren hacia adelante,
parece que desandan lo que andamos;
y a sus puestos volviéndose, huyen y huyen
en raudo movimiento
los postes del telégrafo clavados
en fila a los costados del camino,
y como gota a gota, fluyen, fluyen,
uno, dos, tres y cuatro, veinte y ciento,
y formando confuso y ceniciento
el humo con la luz un remolino,
no distinguen los ojos deslumbrados
si aquello es sueño, tromba o torbellino.
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El hombre amoratado en la camilla
con los ojos velados como un pez en la plaza.
Las fibras sueltas que el Doctor Tulp levanta indiferente
y la piel retirada como si fuera un guante.
Mi padre conducía,
llegamos hasta Holanda, con sus canales y sus girasoles,
el mercado del queso aquel domingo,
la lencería azul de la mujer en el escaparate.
Mi padre nos mostraba el Rijksmuseum,
daba clases de historia
y los originales no enseñaban
nada que no estuviese ya en los libros.
No se habló de la muerte,
nos fuimos a comer.