La paradoja de nuestro pensamiento consiste en que -al igual que la luz exhibe una doble naturaleza: Por un lado, es como un tren de ondas y, por el otro, como un río de partículas. Así, nuestro pensamiento contiene en sí mismo dos posibilidades paradójicas infinitas: Crecer hasta ocupar todo el espacio y llegar -como las ondas de un estanque- a cubrir la inmensidad de la mente; O reducirse hasta ocupar el espacio mínimo como un arduo foco reconcentrado en su naturaleza particular. La brillantez de esta micra imposible es 10 que vemos; La claridad de este inmenso espacio vacío es donde vemos; Pero la verdadera paradoja somos nosotros: los que vemos