Surge el diamante...
Surge el diamante desde lo profundo
de su brillo, como la ola surge
del mar, siendo ella misma
el mar, y surge
la esmeralda desde las verdes junglas
de su dureza y el rubí y el ópalo
desde su sangre o sus destellos.
Y me dan en el pecho y me preguntan
cuántos miles de siglos necesita
un hombre, una conciencia para
llegar a contemplarse
a sí misma.
Y, como escondido
en esta su certeza indiferente,
creo ver un asomo que podría
acaso ser, a un tiempo,
de admiración y de desprecio.