Vieja liana del mundo
enroscada a su cepa, te deslizas
por la vena del tiempo desde las aguas madres.
Engullidora exacta, todo pasa
por el flexible túnel de tu ciego apetito:
gacelas, manatíes, patriarcas,
luengas tribus que bogan
por el río intrincado
de su genealogía... y te devoras
a ti misma en anillo
de secreta anfisbena. En el desierto
te escurres de costado, mientras tu huella traza
su oscuro jeroglífico sobre la arena cruda.
Al encontrarte, el pie vacila, y siente,
bajo su planta, como si la tierra
retirase su estera.
Hoy queremos las paces
contigo, fiel guardiana
del jardín de los padres, abuela de la ciencia
que aquel celoso fruto le arrancaste
del sabroso saber al Dios del miedo.
Deja que te soñemos
abrazada a la pértiga que destierre las plagas,
crucificada sierpe de la sabiduría,
culebra al fin amiga, báculo
del humano albedrío para el camino nuestro.