Sin peso, las voces
se han caído en este remanso de la noche,
y llegan como un barco sin luces.
Se siente un muerto,
allá, en el depósito,
como una piedra que cayó en la sombra.
Ropas de obreros, cansadas y sucias,
y un reloj que late fuerte entre ellas.
Pasa un ruido de llaves y cristos.
La noche tiró sus zapatillas sordas.
La madrugada entra, descalza,
con sus pies lívidos.