Óptica
Colón, cabeza abajo,
soportaba su columna,
la fuente era cúpula
de lágrimas ingrávidas
y la palmera, escoba perpleja
ante un suelo inmenso
de nubes grises.
El hombrecillo,
la cabeza escondida
bajo el tupido terciopelo,
extraía fragmentos de futuro
a cada instante luminoso
para acabar dispensando
pálidos reflejos
de pasado inmediato.
Sus palabras conjuraban
un pájaro diminuto
que hacía trampas
con el tiempo y el espacio
sobre el papel sensible.
Con el sol a la espalda,
iba batiendo el horizonte
sin repetir ángulo ni luz,
despreciando retales
de lo que habría de venir,
cartulinas descartadas,
imágenes como palabras
- robadas -
con las que fui aprendiendo
una forma de mirar el mundo.
Un misterio de la óptica:
ese retrato de otro yo
en el que hasta ahora
no me había reconocido.