Entre tantos objetos perdidos, los hay
dolorosos, lo siguen siendo,
los irrecuperables. Aquel encuentro
que nunca fue. Tan a mano como lo tuve,
tan perseguido luego, cualquier tarde
en cualquier cuarto de cualquier colegio,
o tomando una cerveza en cualquier pub.
Cambridge en sus glorias, aunque no hubiera
sonado la primavera, ni apuntado (o sí?)
el primer crocus todavía y el tiempo fuera
infernal como suele, y Mrs. Thatchford
insistiera, oh el Reverend Carter
y su hija Joyce y John, su novio, que luego
se enamoró perdidamente en Málaga
de mi mujer, menos mal que fue a parar
a las Bahamas.
Decía
que estuve a punto de encontrar
en cualquier lugar del Cambridge aquel
aunque lo impidió la habitual difidencia
de mi amigo Theo Redpath.
Era Mr. (o Professor?)
Wittgenstein, la persona que lo acompañaba,
aquel día, en aquella calle de Cambridge?
-Professor Wittgenstein, no sabes?
Pero ésta no fue la única
ocasión perdida para el encuentro,
porque años después, muchos años,
no fue en Cambridge, sino aquí
en Madrid, y en un libro, donde tienen
siempre lugar los verdaderos encuentros,
un libro que también puede ser una calle
que te lleva en cualquier momento,
al descubrimiento y la verdad,
a la ocasión perdida y encontrada.
Fue en su palabra
donde encontré definitivamente
a Mr.? o Professor? Wittgenstein.