Fecha
Autor
Gurrutxaga, Ander; Echeverria, Javier. Edita: ASCIDE (Asociación para el Conocimiento, la Innovación y el Desarrollo). Zarautz, 2010. 183 páginas.

La luz de la luciérnaga. Diálogos de Innovación Social.

REFLEXIONES SOBRE LA INNOVACIÓN (SOCIAL)<br> Reseña realizada por Julio Alguacil<br> Universidad Carlos III de Madrid

Estamos frente a un libro con un formato ciertamente singular, ya que presenta una manera original y poco frecuente de reflexionar sobre un concepto como el de Innovación Social que, además, se encuentra continuamente agitado por la celeridad que experimentan nuestras sociedades. Se trata de un diálogo entre dos de los intelectuales más significativos en este campo: Ander Gurrutxaga Catedrático de Sociología de la Universidad del País Vasco y persona de referencia en las temáticas que versan sobre la Innovación y el Cambio Social, y el filósofo del CSIC Javier Echeverría experto en cibernética y galardonado con importantes premios de ensayo como el de Anagrama de 1995 con su libro Cosmopolitas Domésticos, o el Premio Nacional de Ensayo de 2000 por su trabajo Los señores del aire: Telépolis y el Tercer Entorno.

El trabajo se estructura en seis secciones, siendo las dos primeras las que permiten una lectura independiente, pero que en su conjunto despliegan un diálogo interactivo y coherente entre ambos autores que se traslada de forma fluida hacia los lectores. Los dos primeros apartados son textos largos que exponen el punto de partida de cada uno de ellos, y los cuatro siguientes, de forma menguante y alterna, van desarrollando el diálogo, los aspectos matizados en algunas ideas y la confluencia en otras, las preguntas y las respuestas, aunque siempre abiertas. El diálogo es la luz de la(s) luciérnaga(s) porque ilumina(n) con más intensidad al cruzarse, pero, como no podría ser de otra manera, sigue siendo una iluminación tenue. No se tienen pretensiones absolutas, siendo conscientes ambos de que los interrogantes y las respuestas no se pueden cerrar, aunque sí avanzar en ese objetivo de otorgar fuerza y precisión a un concepto como el de Innovación (Social) que se ha sobre usado y banalizado al ser elevado a la categoría de concepto talismán.

Es indudable que los autores han trabajado juntos y se conocen bien, lo que facilita que el diálogo sea constructivo, aunque no por ello mimético. Ambos se enriquecen mutuamente y enriquecen el concepto de Innovación (Social) poniendo de relieve su naturaleza compleja y multidimensional y, precisamente, por ello el concepto, en el diálogo, resulta controvertido en función del mayor o menor énfasis que se le otorgue a cada una de las dimensiones y a cada uno de los actores. Pero veamos en primer lugar los aspectos que se refuerzan mutuamente.

La complejidad y multidimensionalidad son consideradas determinantes en la creación de innovación. La innovación no se produce entonces desde una única dimensión: la económica, sino que es resultado de las sinergias que se establecen entre distintas dimensiones: cultural, social, económica, política, tecnológica... Así, las fuentes de la innovación son diversas y se producen en la diversidad, igual que los agentes que intervienen en su creación son plurales. La innovación no es creación de un solo agente, sino de varios que entran en interactividad en un contexto y en un entorno que acoge las condiciones necesarias. Lo que Gurrutxaga denomina como espacios interactivos de aprendizaje, que son espacios sociales en donde el proceso de innovación podrá recorrer las fases reconocidas por ambos autores: emergencia, implementación y difusión, siempre que el contexto y el entorno facilite la obtención de capacidades por parte de los actores y que las estructuras societarias posibiliten "oportunidades para enfrentar los problemas colectivamente" (p. 115).

Esos espacios plurales de innovación (Echeverría) son y han sido tradicionalmente las ciudades, donde las variables que las definen: densidad, diversidad y tamaño, bajo condiciones equilibradas entre las dimensiones, pueden generar el suficiente capital social (un sistema de valores compartidos, pertenencia a redes de cooperación, y sentimientos de confianza) que recrea la red social y que por ello promueve la difusión de la innovación social.

A partir de este punto podemos indagar en las divergencias, o más bien en los matices, ya que son expresadas con un estilo que las atenúa hasta hacer difícil su percepción. Quizá la más clara de ellas discurre en relación a la idea de Sociedades Innovadoras en la que insiste Ander Gurrutxaga, y frente a la cual se pronuncia de manera escéptica Javier Echeverria. Se nos antoja que la idea de Sociedades Innovadoras esconde un tradicional dilema que también subyace entre ambos autores, el viejo dilema: competitividad / cooperación. Desde la perspectiva de Gurrutxaga, parece deducirse que las denominadas Sociedades Innovadoras estarían conformadas por regiones metropolitanas donde la innovación vendría de la mano de una red de ciudades inteligentes. Considera que las ciudades innovadoras son las ciudades competitivas, al cumplir las condiciones para obtener capacidad de atracción de inversiones, de recursos, de "talento" que permite la conformación de una clase creativa y, que, en definitiva, así permitirán el desarrollo del conocimiento gracias a sus vínculos con el mercado. Las ciudades competitivas se encuentran adscritas, por tanto, al crecimiento económico y, también, al poder económico.

Mientras, para Javier Echeverria los procesos de innovación están cargados de valores, no son inocuos en sociedades donde impera la desigualdad social. Echeverria establece una crítica demoledora a la competitividad y sus consecuencias en la desigual distribución y uso de las innovaciones, haciendo énfasis en el papel innovador que en el ámbito social les corresponden a otros actores que no son la empresa tradicional, como la sociedad civil, el Tercer Sector y los movimientos sociales. Sin embargo, Gurrutxaga plantea que para que la Innovación Social obtenga autonomía sobre los actores tradicionales que han dominado la Innovación, los "dueños legítimos" -tecnólogos y economistas-, es tan necesario como difícil, buscar otros caminos capaces de construir una lógica diferente que con un nuevo lenguaje teórico sea capaz de escapar de la lógica del beneficio.

El diálogo continúa, el diálogo es el camino, y a buen seguro que este trabajo es una aportación que le ilumina.

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