La estrella polar
Luciérnaga celeste, humilde estrella,
de navegantes guía; la boquilla
de la Bocina que a hurtadillas brilla,
violeta de luz, pobre centella
del hogar del espacio; ínfima huella
del paso del Señor, gran maravilla
que, broche del vencejo en la gavilla
de mies de soles, sólo ella los sella.
Era el girar del Universo quicio
basado en nuestra Tierra; fiel contraste
del Hombre Dios y de su sacrificio.
Copérnico, Copérnico, robaste
a la fe humana su más alto oficio,
y diste así con su esperanza al traste.