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Autor
Emilio Manuel Pérez Álvarez (IMDEA Nanociencias)

Emilio Manuel Pérez Álvarez. Premio de Investigación 'Miguel Catalán' 2013

Excmo. Sr. Presidente, Excma. Sra. Consejera, autoridades civiles y académicas, compañeros, familia y amigos.
Este es un premio que recojo en nombre de todos los que han trabajado conmigo, y lo primero que voy a hacer es darles las gracias. En lo científico, hace relativamente poco que he dejado de vivir de mis padres (Joaquín Rodríguez Morán, David Leigh y Nazario Martín) y he empezado a vivir de mis hijos, que todavía no son tantos como para no poder nombrarlos (en orden de llegada: Helena, María, Alberto, Álex, Sofía, Mar, Leire, Javi, Teresa, Emerson y Sofía). Mi agradecimiento más sincero a todos ellos.

Por supuesto, muchos otros han colaborado; ellos saben cuánto les agradezco su trabajo. Gracias también a mi familia: a mis padres y a mis hermanos, a Noemí y a mis amigos. Gracias al Ministerio de Economía y Competitividad y al European Research Council por apoyarnos económicamente.

Por supuesto, muchas gracias a la Comunidad de Madrid por esta distinción, que nos va a servir de estímulo para seguir trabajando.

Estimadas autoridades: pídannos, exíjannos que nos enfrentemos a problemas nuevos, que intentemos hacer cosas que nadie haya hecho

Voy a aprovechar el resto de mi intervención para contarles una anécdota con la que espero alcanzar un doble objetivo. Les voy a hablar de George de Hevesy, científico húngaro, que empezó su educación universitaria en Budapest, pasó por Múnich y Friburgo, obtuvo su primera plaza en el ETH, en Zúrich, y de allí se trasladó a Manchester… digamos que de movilidad no anduvo mal. Nuestra anécdota empieza allí, en Inglaterra, a principios del siglo pasado, alrededor de 1910, donde Hevesy fue a trabajar nada más y nada menos que con Ernest Rutherford, uno de los pioneros en la investigación de la radiactividad, Nobel de Química en 1908, maestro entre otros de Bohr y Oppenheimer... Además de todo esto, Rutherford se vanagloriaba de no haber dado nunca a ninguno de sus colaboradores un problema imposible de solucionar. El desafío que le planteó a Hevesy fue el siguiente: separar los isótopos radiactivos del plomo de los no radiactivos. "If you are worth your salt, you separate Radium D (al final se trataba de Pb-210) from all that nuisance of lead", le dijo. Recién llegado a Manchester, Hevesy ya tenía dos problemas: uno era la separación de los isótopos de plomo, que no está mal; el otro era más mundano, pero quizá también más molesto. Hevesy tenía problemas de estómago y sospechaba que la patrona de la pensión donde se alojaba solo servía carne fresca los domingos, y a partir de ahí, digamos que 'reciclaba' las cenas. La patrona, por supuesto, lo negaba indignada. Vamos a ver cómo trabajar en el primer problema le llevó a solucionar el segundo.

Hevesy intentó infructuosamente purificar el plomo radiactivo mediante métodos químicos durante dos años... ¡No había manera! Como saben, la diferencia entre dos isótopos del mismo elemento es solamente el número de neutrones, y esto apenas afecta a la reactividad más allá de pequeños efectos cinéticos.

Decidido a sacar provecho de su derrota, razonó que, puesto que ambos isótopos reaccionaban igual en todas las condiciones, podía utilizar la parte radiactiva para determinar el destino del total de la muestra. Como además era capaz de detectar cantidades de radiación muy pequeñas, podría utilizar proporciones ínfimas del isótopo radiactivo. Como primer experimento en una muestra 'biológica¡, Hevesy condimentó los restos de su cena con una pizca de plomo. Los resultados se los pueden imaginar. Bueno, supongo que solo en parte. Por supuesto, detectó radiactividad en la comida del día siguiente, con lo que comprobó el reciclado y dejó en evidencia a su patrona. La parte no esperada, de la que en realidad les quiero hablar, es que este fue el nacimiento de la medicina nuclear. Después vino el estudio de la absorción del plomo en plantas y después vinieron otros elementos con más interés biológico que el plomo y experimentos con animales, incluido él mismo, pero su primer experimento fue marcar la cena. No buscaba un método para estudiar muestras biológicas, y mucho menos crear una revolución en la medicina. El problema que se planteó Hevesy era separar isótopos, y además ni siquiera lo consiguió.

Una última reflexión: su ciencia se apoyó en la de muchos otros. Hubiera sido imposible sin conocer la química del plomo; imposible sin conocer y poder detectar la radiactividad; Imposible sin una colección de radioisótopos relevante; imposible sin un largo etcétera de investigadores e investigaciones que no recibieron premios Nobel, y también sin algunos que sí lo recibieron, entre ellos dos mujeres, madre e hija: Marie e Irene Curie.

Hevesy recibió el premio Nobel de Química en 1943. Sería absurdo intentar cuantificar el impacto de su invención en lo sanitario o en lo económico. En España, por ejemplo, la medicina nuclear es una especialidad MIR.

Esta era la anécdota, y ahora voy a confesar mis objetivos. Uno era explicarle a mi familia y a mis amigos por qué no me importa reconocer que no tengo la menor idea de si lo que hacemos en el laboratorio tendrá alguna aplicación directa y que incluso intuyo que no. Y, sin embargo, no tengo ninguna duda de que merece la pena hacerlo.

El segundo es en realidad el mismo, pero el público es distinto. Estimadas autoridades: pídannos, exíjannos que nos enfrentemos a problemas nuevos, que intentemos hacer cosas que nadie haya hecho. Pero cuando vengan a vernos a IMDEA Nanociencia y nos vean haciendo experimentos tan raros como intentar poner anillitos alrededor de nanotubos de carbono, o funcionalizar grafeno en condiciones de ultraalto vacío, acuérdense de George de Hevesy y apóyennos, continúen apoyándonos.

Muchas gracias.

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