Dios mío ¿qué hago yo aquí?
En un universo ciego y gigante
con un billón de años luz
de extremo a extremo,
con un billón de galaxias
y miles de millones de estrellas cada una,
a veces, de noche,
me pregunto mirando al cielo:
Dios mío ¿qué hago yo aquí?
¿Cuál es la realidad, pregunto?
¿Dónde empieza y dónde acaba?
¿Es el hombre lo real?
Y si además resulta que se expande
a la velocidad de la luz,
y resulta que yo me encojo con la edad,
Dios mío ¿qué va a ser de mí?
¿Adónde van a llegar mis relaciones con el universo?
Entonces, pienso como un junco pensante.
Mientras lo vives
tu tiempo es siempre inmortal. Me digo.
Lo malo viene después
cuando te mueres.
Pero como entonces no te enteras
mientras razonas lo eres.
O igual
sólo la consciencia es real.
Y entonces tengo miedo.
Vértigo a veces.
Casi siempre, sudor.
Me parece que yo no debería tener tanta consciencia.
Porque en el fondo ¿para qué sirve la lucidez?
Con un poco bastaría
como le pasa a mi gato
que vive casi feliz.