Confusión etnográfica
Magia, tabús, amuletos,
bramaderas, fetichismo,
cultos de árboles y plantas,
de pedruscos y de ríos.
Carnavales y disfraces,
máscaras y totemismo,
juicios de Dios, matriarcado,
los pigmeos, los negritos,
los aruntas, los bechuanas,
los papúas, los dravídicos,
representantes de un mundo
misterioso y primitivo;
el culto de las serpientes
y los viejos cocodrilos
entre pueblos africanos,
que conservan aún sus mitos;
exogamia y endogamia,
covada, canibalismo,
antropofagia sagrada,
confusión y laberinto,
venganza contra las cosas,
contra animales, castigos,
zambras en medio del bosque,
libertad de los instintos.
Zaratustra en camisón,
jaleando el cuerpecito;
carracas y castañuelas,
tamtam, bombos y platillos,
mágicos y sacerdotes
tatuados hasta el ombligo,
agitando campanillas,
llenos de plumas y anillos,
que bailan con tanto arte
como la bella Chichito;
clubs y pinturas rupestres,
estudio de los cultivos,
de las chozas, los cacharros,
las tenazas y martillos;
todo un mundo extravagante
que se agita en el delirio
en la orilla del Níger
y las riberas del Nilo.
Este folletín del hombre,
de su vida y su destino
es lo más extraordinario,
singular y sugestivo
que puede hallarse en las hojas
de un acreditado libro,
y al lado de él es muy pobre,
muy pomposo y muy ridículo
ese mundo amanerado,
entre romano y semítico,
que nos dan los profesores
como algo definitivo
y que no es muy remoto
ni es tampoco divertido.