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El TOC, una ansiedad en bucle

Comprobar innumerables veces que la llave del gas está cerrada o hacerse las pruebas de VIH hasta en cuatro o cinco ocasiones a la semana o lavarse las manos hasta que sangran… Son conductas que las personas con un trastorno obsesivo compulsivo, el TOC, realizan para poder liberarse de la ansiedad en bucle que sufren y que en ocasiones puede llegar a ser “un horror incapacitante”

“He tocado una cosa y me voy a contaminar, tengo que lavarme o le va a pasar algo a alguien de mi familia”, “no he cerrado bien el gas, puedo provocar un incendio”. Estos y otros pensamientos son los que pueden invadir la mente de una persona con TOC, un trastorno de salud mental que genera ideas “intrusivas”. Son las obsesiones que dan lugar a la ansiedad.

Lo explica a EFESalud el investigador del Instituto de Investigación Biomédica de Bellvitge (IDIBELL) Carles Soriano. Y a partir de esa obsesión tan fuerte, se origina una compulsión con el objetivo de frenar esa ansiedad.

“Piensan que las consecuencias de contaminarse son gravísimas. Además, la compulsión es una conducta repetitiva que no se cierra, no se termina nunca, la gente con esa obsesión puede incluso lavarse las manos hasta que sangren”, añade Soriano sobre este trastorno.

La persona, por ejemplo, que tiene miedo a dejarse la llave del gas encendida comprobará que está bien cerrada una y otra vez. Se irá, volverá, se irá volverá, siempre tendrá la duda…

TOC, manías, otros trastornos…

Los TOC más conocidos por orden de frecuencia son precisamente el de la limpieza: la persona limpia y limpia porque tiene la duda amenazante de si se habrá infectado tocando alguna superficie. Pero también el de la hipocondria y el del orden, según Santandreu.

En realidad, coinciden ambos expertos, debe haber millones porque quien lo padece puede “entrar en TOC con cualquier cosa”.
Y también hay distintos grados de TOC, desde un trastorno más ligero hasta uno mucho más fuerte y presente.

Santandreu señala que la gente confunde mucho una conducta un poco supersticiosa o una manía con el TOC cuando “no tiene nada que ver”.

Con el trastorno del TOC, si la persona no compulsiona la ansiedad es insoportable.

Tampoco una persona perfeccionista tiene por qué tener TOC. “La diferencia es absoluta, porque el perfeccionista no tiene una duda-amenaza irracional todo el tiempo, esa es la diferencia”, incide Santandreu.

Y una persona ansiosa o que se preocupa mucho por las cosas tampoco tiene TOC. En el caso del trastorno obsesivo compulsivo la preocupación con la que se engancha siempre es la misma. Puede estar incluso varios años así y luego cambiar a otra.

“Cuando una persona es simplemente preocupona se preocupa por cualquier cosa, con muchas cosas diferentes que varían a lo largo del día”, zanja Santandreu.

¿Qué ocurre en un cerebro con TOC?

Los investigadores saben poco a cerca de lo que ocurre en un cerebro con TOC.

El cerebro se puede dividir en dos grandes partes: la corteza que está en la parte exterior y las estructuras que están por dentro, las llamadas subcorticales, detalla Soriano.

Dentro de éstas últimas hay unas muy concretas que se conocen como núcleos estriados, implicados en varias patologías neurológicas como el párkinson, por ejemplo. Esos núcleos son muy variados, continua el investigador del IDIBELL y participan en muchas conductas: hay un núcleo que participa en tema motor, otro en la memoria, entre otros.

En el TOC, la conexión entre los núcleos estriados y la corteza, sobre todo la frontal, está alterada.

“Hay una hiperexcitación de esta conectividad entre los núcleos estriados y la corteza y en función de que parte del estriado está alterada, si es el que está más relacionado con temas motores o temas de memoria o del refuerzo, los síntomas del TOC podrían diferir un poco”, resalta Soriano.

¿Cómo se trata?

Se trata generalmente con terapia farmacológica, psicológica, bien por separado o ambas en combinación. En casos más extremos con cirugía.

“Muchísima gente soluciona el TOC solo con terapia psicológica, pero hay gente que se apoya con los psicofármacos, que suelen ser un tipo de antipresivo que reduce la sintomatología, en algún caso pequeño la elimina del todo, pero mientras los tomes, claro”, expone Santandreu, quien además de escribir un libro sobre este trastorno -Sin miedo- ha redactado el prólogo del libro de Jeffrey Schwartz “Desbloquea tu cerebro”.

Por su parte, el investigador del IDIBELL incide en que todas las guías internacionales recomiendan que la primera estrategia de tacción del trastorno TOC sea la psicológica.

Y dentro de las terapias psicológicas que funcionan mejor se encuentran las denominadas conductivo-conductuales.

“Se les expone a la situación que les causa obsesiones, como por ejemplo vamos a impedir que ordenes las cosas o que cuentes. Se trata de que la persona experimente ese malestar y se deja que pase el tiempo y que esa ansiedad realmente no se asocie con las consecuencias negativas que ellos creen que van a pasar”.

De esta manera, rompen la asociación entre no haber hecho la compulsión y la supuesta consecuencia negativa.

¿Y en niños?

El TOC también puede aparecer en la infancia. Puede comenzar con algún factor estresante o con algún cambio de desarrollo, por ejemplo, las niñas con la menarquia, cuando empiezan con la pubertad. “Es un punto crítico”. Para los niños puede comenzar un poco antes, en torno a los ocho o nueve años.

Luego hay otro pico para el inicio del TOC, que suele ser al inicio de la edad adulta. “Es relativamente raro que las personas empiecen el TOC más tarde, porque hay gente diagnosticada más tarde pero porque no ha acudido al psicólogo o psiquiatra antes”, añade Soriano.

El experto aclara que todos los niños pasan por una época normal del desarrollo en la que manifiestan síntomas obsesivos, como no pisar las líneas blancas del paso de cebra o tocar todos los palos de una valla.

En principio eso no es preocupante, además, va desapareciendo con el tiempo. “Tampoco hay que causar alarma y que los padres cuando vean estos síntomas les lleven al pediatra. La mayoría de los padres son conscientes cuando una conducta de este tipo está perturbando la vida normal de la familia o el rendimiento académico del niño”, matiza el investigador del IDIBELL.

“No sabía lo que me pasaba”

Miguel -nombre ficticio- tiene 39 años. Es periodista. Le diagnosticaron TOC en 2012, según relata a EFESalud. Desde pequeño siempre ha sido muy obsesivo. “Era monaguillo y mentalmente siempre tenía que decir el padre nuestro perfecto, pero no le daba importancia a esa conducta”.

Así, hasta que de adulto, al romper con una pareja comenzó “un pensamiento intrusivo”: “¿Y si me he contagiado de VIH?”.

Después de buscar información de forma compulsiva, comenzó a hacerse pruebas de VIH, no le valía el resultado negativo que le salía una y otra vez. Llegó a hacerse hasta cuatro y cinco a la semana. “Entras en un bucle sin fin, cada vez que te haces una prueba es una compulsión más, estás alimentando a la bola del TOC”, asegura.

Y comenzó otra idea intrusiva que fue la que le hundió, desplazó a la del VIH. ¿Y si era capaz de agredir a su madre?. “Empecé a pensar ¿y si soy un psicópata?”. Miguel evitaba estar a solas con ella solo por ese pensamiento.

“Yo no sabía lo que me pasaba y tuve depresión porque no era yo. Yo que soy una persona alegre, contenta, extrovertida…”, abunda Miguel. En ese momento decidió ir al psiquiatra, quien puso nombre y apellidos a lo que le ocurría: TOC.

A partir de ahí comenzó terapia y a mejorar. No se lo ha contado a todo su entorno. Lo saben algunos amigos estrechos, sus padres y su jefa. De hecho, él aunque está a punto de dar el paso, prefiere hablar bajo nombre ficticio porque considera que el trastorno estigmatiza.

Miguel tiene épocas mejores y peores pero le han ayudado mucho también las reuniones que tiene los sábados en la asociación TOC Madrid: “Expones puntos de vista, ves problemas de otra gente, ves que tienen una obsesión que ya la has tenido y les puedes dar pautas, es muy enriquecedor”.

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