Ciencia imposible
Un geólogo de Inglaterra
hizo a su país notorio,
sin moverse de su tierra,
ni aún de su laboratorio,
los ríos y las montañas
que escondían al mortal
las misteriosas entrañas
de toda el África austral.
Y Livingstone, que seguía
aquella ignota región,
de cuanto el sabio decía
halló la confirmación.
Estudiando Le Verrier
un intrincado problema,
un nuevo astro creyó ver
en nuestro solar sistema.
Y citándole en su esfera,
al saber su movimiento,
le mandó compareciera
a un punto del firmamento.
Contra todo lo esperado,
de la región infinita
en el punto señalado
Neptuno acudió a la cita.
En las regiones vecinas
a la bíblica Israel,
donde aún se ven las ruinas
de Nínive y de Babel,
de ladrillos calcinados
se hallan montones enormes,
en cuya arcilla hay grabados
caracteres cuneiformes.
Botín fueron de un viaje
y un sabio halló su secreto,
y resucitó un lenguaje,
y adivinó un alfabeto,
Y en los signos descubiertos
hoy leer bien podemos ya
la historia de pueblos muertos
veinte y cinco siglos ha.
Y ni uno de los tres sabios,
ni ningún sabio del mundo,
osa desplegar los labios
ante el misterio profundo
del microcosmos, del ser;
mundo en cuya realidad
todo se puede saber,
todo, menos la verdad.
Nadie sus leyes percibe,
sus secretos no sabemos,
y esto que en nosotros vive
desde el punto en que nacemos.
Ni aun el sabio de más fama,
si es de lo falso enemigo,
dirá: esta mujer me ama,
o bien: este hombre es mi amigo