Ante la presencia real de la bomba, presencia
le los sesentas, desapareció la realidad, ¿dónde
está?, ¿dónde está?
La imaginábamos encima como un cielo
inclinado pero nadie la veía porque quiso
ser Nadie. La llamábamos ojiva, ojo no
porque se supone que el ojo está atento,
quieto, listo. Ojiva, como si el ojo
fuera. También se llamaba flor nuclear, un bello
centro de mesa. Aparecieron hombres que traían flores
de verdad y mujeres que se movían por Estados Unidos
repartiendo a izquierda y derecha flores de verdad,
hippies. Después de aquel despertar como
resistencia, tensión que olía bien, ya no fue
frecuente. Dicen que se escondió en una grieta
para quedarse quieta pero Dios la recogió y se la llevó
con Él a su Nada que es donde vive ahora la realidad
al lado de la memoria que la alimenta con miel.