Exageremos, el amor se lo merece.
¿Cómo contentarnos con menos que la eternidad?
Amarnos más allá de cualquier límite,
incluso el de velocidad máxima permitida,
aprovechando apenas que el amor tiene alas.
Amarnos en las nubes y aun más arriba de las nubes,
a diez mil metros, con la complicidad de ángeles o
azafatas.
Amarnos en el agua, mar adentro, en su fondo abisal,
conteniendo la respiración hasta no saber
si es una granada a punto de estallar
o un corazón lo que tenemos dentro del pecho.
Amarnos vertiginosamente
como si cada beso nos trasportase a un acelerador de
electrones.
Amarnos a muerte, con el estremecimiento
de tocar tibias y calaveras a cada abrazo y a cada
caricia.
Lancemos una carcajada de treinta mil kilómetros.
Te ofrezco un amor sumiso a todas las leyes
excepto a la ley de la gravedad.