Nada de patetismos. El mesón, pasadas dos
millonésimas de segundo, se desintegra en un
electrón o un positrón y un neutrino. Así es mi risa. Si millones de veces por segundo nace un mundo en la cámara de Wilson, sin que nadie lo registre; si proyecto en las galaxias, pues no es cuestión de tamaño, la magia, el hecho estúpido inaudito, comprendo algo sencillo: Lo que ocurre desborda cuanto humanamente pienso. Y me río de mí mismo. Y eso es bueno. Porque esa risa -creo- es lo que más se parece a un átomo descompuesto. Y al verso inverso.