Fecha
Autor
Antonio Cano Vindel (Facultad de Psicología. Universidad Complutense de Madrid)

Asma y Emociones: Ansiedad, Ira y Tristeza-Depresión

Las emociones son una serie de reacciones de los individuos ante situaciones relevantes (peligro, amenaza, daño, pérdida, éxito, etc.), de carácter universal, que producen cambios en la experiencia afectiva, en la activación fisiológica y en la conducta expresiva. Así, ante una situación de peligro se producen una serie de reacciones a nivel cognitivo-subjetivo, fisiológico y conductual, que llamamos miedo

Darwin observó la expresión de las emociones en los animales y en el hombre para concluir que existe una evolución de estos cambios o reacciones a lo largo de las especies y que cumplen una función adaptativa, motivacional y comunicativa.

La ansiedad, la ira y la tristeza-depresión son reacciones emocionales básicas que se caracterizan por una experiencia afectiva desagradable o negativa y alta activación fisiológica. Son las tres emociones más estudiadas hoy en día y se les conoce como "emociones negativas". Estas reacciones son experimentadas por todos los seres humanos en múltiples situaciones, son bastante independientes de la cultura, preparan al individuo para dar una respuesta adecuada a las demandas de la situación, etc. Por todo ello, se consideran adaptativas para el individuo. Sin embargo, en ocasiones encontramos que algunas de estas reacciones pueden ser patológicas en algunos individuos, en algunas situaciones, debido a un desajuste en la frecuencia, intensidad, adecuación al contexto, etc. Cuando tal desajuste acontece y se mantiene un cierto tiempo, puede sobrevenir también un trastorno de la salud, tanto de la salud mental (trastorno de ansiedad, depresión mayor, etc.) como de la salud física. 

Estamos preparados para desarrollar reacciones emocionales intensas, e incluso para repetirlas cuando sea necesario, sin que ello suponga un problema, pero a medio plazo, se pueden agotar nuestros recursos (por ejemplo, agotamiento por estrés), o alterarse algunas funciones asociadas a las reacciones emocionales, o en definitiva surgir algún problema asociado a las emociones. 

Para el desarrollo de un desorden de tipo emocional, de tipo psicofisiológico, psicosomático, somatomorfo, o un problema de salud física que se ve afectado por un factor psicológico, probablemente existen varias vías. En primer lugar, las reacciones de ansiedad, de tristeza-depresión y de ira que alcanzan niveles demasiado intensos, o frecuentes, cuando se mantienen en el tiempo, tienden a producir cambios en la conducta, de manera que se olvidan los hábitos saludables (ejercicio físico, etc.) y se desarrollan conductas adictivas (tabaquismo, dependencia de tranquilizantes, abuso de alcohol, etc.), o que ponen en peligro nuestra salud. Por ejemplo, existe relación positiva entre ansiedad y consumo de tabaco, así como entre tabaquismo y cáncer. 

En segundo lugar, estas reacciones emocionales mantienen niveles de activación fisiológica intensos, que si se cronifican pueden asociarse a disfunciones (como arritmias, aumento crónico de la presión arterial, dispepsias, dermatitis, dolor muscular, etc.) y deteriorar nuestra salud. Así, los pacientes con arritmias, hipertensión esencial, cefaleas crónicas, o diferentes tipos de dermatitis, presentan niveles más altos de ansiedad, ira y activación fisiológica que la población general. 

En tercer lugar, esta alta activación fisiológica puede estar asociada a un cierto grado de inmunodepresión, lo que nos vuelve más vulnerables al desarrollo de enfermedades infecciosas (como la gripe, herpes, etc.) o de tipo inmunológico. Los cuidadores de enfermos de Alzheimer es más probable que reaccionen a la vacuna antigripal desarrollando la gripe.

En cuarto lugar, la supresión o control de estas emociones puede acarrear altos niveles de activación fisiológica y un cierto grado de inmunosupresión. Por ejemplo, un paciente oncológico puede reaccionar con un embotamiento emocional, caracterizado por un afrontamiento represivo de sus emociones, mostrando unos niveles especialmente bajos de ansiedad, o de ira, a nivel cognitivo-subjetivo, cuándo a nivel fisiológico puede estar muy activado, con respuestas muy intensas a nivel autonómico, endocrino, etc., que pueden alterar la respuesta inmune. 

El asma bronquial es un trastorno obstructivo de las vías respiratorias, caracterizado por la limitación de flujo, la reversibilidad espontánea o terapéutica, completa o parcial, de esta limitación de flujo, y la hiperreactividad bronquial, entendiéndose por tal un aumento de la respuesta broncoconstrictora a una serie de estímulos.

Existen dos caminos principales por los que la ansiedad puede afectar al asma, el primero de ellos es a través de la hiperventilación, o respiración agitada, y está muy relacionado con aquellas respuestas que acompañan a todo estado emocional intenso, como llorar, reír, etc. El segundo camino responsable es la respuesta broncoconstrictora, que se incrementa a través de los cambios del sistema nervioso autónomo que se dan en toda reacción emocional. 

Además, debido a la intermitencia de la enfermedad y la multitud de estímulos que pueden provocar una crisis, se favorece una gran actividad cognitiva por parte del asmático, el cual está muy pendiente de los estímulos de su entorno, generando multitud de creencias y expectativas en cuanto a la aparición de las crisis, esto hace que se genere en el sujeto una ansiedad de carácter crónico con la consiguiente activación fisiológica, que puede aumentar los síntomas asmáticos e incluso provocar una crisis asmática.

Las respuestas fisiológicas automáticas se pueden condicionar. Todos recordamos los experimentos clásicos con perros de Pavlov, en los que se asociaba una respuesta fisiológica gástrica a algunos estímulos del ambiente, y al cabo de unos cuantos ensayos de asociación, el estímulo adquiría la propiedad de elicitar esas respuestas fisiológicas automáticas de tipo gástrico. En humanos, la capacidad cognitiva de representación de la realidad, nos lleva a anticipar con mucho tiempo lo que puede suceder en una determinada situación, especialmente si el resultado esperado es muy aversivo.

Los modelos cognitivos de la emoción hoy nos explican que las personas que desarrollan una fuerte reactividad fisiológica (por ejemplo, taquicardia, dolor relacionado con tensión muscular, síntomas de mareo relacionado con ansiedad, etc.) cometen algunos tipos de "errores" o sesgos cognitivos. Los dos más importantes son el sesgo atencional y el sesgo interpretativo. El primero consiste en prestar excesiva atención a las respuestas fisiológicas emocionales, de manera que se incrementa su frecuencia y su intensidad. El segundo tiene que ver con una interpretación deformada y exagerada de las consecuencias negativas que dicha respuesta puede tener para el individuo. Así, por ejemplo, todos podemos ruborizarnos, pero las personas que sufren un problema con esta respuesta fisiológica emocional, cometen ambos tipos de sesgos con una altísima frecuencia, lo que favorece un aprendizaje de estas personas, una especialización para ponerse rápida e intensamente rojos. Seguramente hay factores biológicos que predisponen más a unos individuos que a otros a dar una mayor tasa de respuesta fisiológica. Seguramente, cada individuo está especializado en mayor o menor medida en alguna respuesta fisiológica, que es la que predomina cuando se pone nervioso. Pero estos mecanismos de condicionamiento clásico, así como estos procesos cognitivos descritos van a "ayudar" a estas personas a desarrollar mejor una fuerte reactividad fisiológica, que seguramente les molesta.

Existen abundantes pruebas de laboratorio sobre la existencia de estos mecanismos que explicarían el desarrollo de estas disfunciones psicofisiológicas aquí tratadas. Otro dato que apoya este modelo es la reversibilidad de la disfunción cuándo se suministra tratamiento psicológico al paciente. El tratamiento psicológico consiste en explicar al paciente estos mecanismos de desarrollo y mantenimiento del desorden, para después entrenarle en técnicas cognitivas para la reducción de los sesgos atencional e interpretativo, así como en técnicas de relajación, para disminuir la activación fisiológica, y por último, en técnicas conductuales para un mejor manejo de su disfunción o desorden.

La ansiedad, además de alterar el funcionamiento pulmonar del paciente, puede afectar a los juicios médicos, a la repuesta al tratamiento, a la conducta del paciente,... en resumen, a la evolución de la enfermedad. Pero no debemos olvidar que, a su vez, las personas que tienen un problema de salud lógicamente se preocupan, le dan muchas vueltas a su problema, a veces lo valoran de manera muy amenazante, e incluso catastrofista, le dedican mucha atención, etc. Todo ello va a provocar una respuesta emocional de alerta, que es la ansiedad. De manera que nos encontramos con un modelo en espiral, en el que la activación emocional puede alterar la disfunción fisiológica, y a su vez, la disfunción o enfermedad física puede producir más ansiedad.

Niveles altos de ansiedad pueden interactuar con las características individuales en la forma de reaccionar con ira, irritabilidad, enfado, o enojo, de manera que es más probable encontrar altos niveles de ira en muchos individuos que presentan altas puntuaciones en las pruebas psicológicas que miden ansiedad. Y si a la larga no se resuelve un determinado problema que preocupa mucho a un individuo, suele aparecer una nueva reacción emocional que es la tristeza, el estado de ánimo bajo o deprimido, que puede ir incrementándose con el paso del tiempo y la ausencia de esperanza de resolución del problema. 

Los pacientes asmáticos presentan niveles muy altos de ansiedad, ira y tristeza-depresión. Sus puntuaciones en las pruebas psicológicas que miden estas reacciones emocionales son significativamente más altas que en las personas sin problemas de salud. Y, como hemos explicado, ello no ayuda nada al manejo y control de esta enfermedad. Por el contrario, el entrenamiento en las técnicas psicológicas, de tipo cognitivo-conductual, para reducir la ansiedad y en general manejar mejor las emociones negativas, dirigidas por un especialista, pueden ser muy útiles para reducir también la sintomatología asmática y mejorar la calidad de vida de estos pacientes.

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