Fecha
Autor
Coppens, Yves. Editorial Tusquets, Barcelona, 2005. 192 páginas.

La rodilla de Lucy.

REFLEXIONES PERSONALES SOBRE NUESTROS ORÍGENES<br> Experiencias de quien lo vivió casi todo Reseña realizada por Alfonso Arribas<br> Museo Geominero<br>Instituto Geológico y Minero de España

Pocas veces los protagonistas de historias extraordinarias nos cuentan no ya los sucesos que vivieron, sino cómo se enfrentaron intelectualmente a ellos y cómo acontecimientos posteriores en el devenir del progreso científico les obligó a reflexionar sobre lo aprendido y sobre lo aportado.

Yves Coppens es uno de los personajes de las historias de la ciencia de los siglos XX y XXI que ha sido protagonista del descubrimiento y la nominación de nuevas especies de homínidos. No es autor o coautor de una nueva especie sino de cuatro nuevas especies, no todas ellas válidas hoy día, pero algunas realmente significativas en la genealogía humana. Una de estas nuevas especies descritas por Coppens significó un hito en el estudio de nuestros orígenes: Lucy.

Dudo enormemente de la capacidad del paleontólogo (incluidos paleoantropólogos) o del arqueólogo que jamás admite la equivocación en alguno de sus planteamientos. Coppens, sin embargo, es de los científicos con crédito, pues además de haber aportado importantes avances al conocimiento, algunos de ellos plasmados en este libro, ha reconocido sus errores previos y refutado sus propios planteamientos tras la sucesión de descubrimientos que pusieron en tela de juicio algunas de sus hipótesis. Buen ejemplo el de Coppens para muchos de los ibéricos, ya seamos caucásicos, mediterráneos o atlánticos, que trabajamos en los sucesos de la historia de la vida acontecidos durante los últimos dos millones de años.

La obra, y sus interesantes reflexiones, comienza con una ajustada síntesis de la historia biológica de la Tierra y de algunos de los sucesos geológicos que han condicionado el progreso de la primera. De forma accesible y directa muestra al lector la sucesión de acontecimientos evolutivos que configuraron y permitieron el desarrollo de nuestro Orden, los Primates, hasta el asentamiento de las poblaciones de Australopithecus afarensis. La validez del modelo East Side Story, propuesto por Coppens en el año 1982 para explicar las causas y los procesos que condicionaron la diversificación de los homínidos, está en cuarentena tras los descubrimientos de principios del siglo XXI (recordemos que la publicación de este ensayo data del año 2000), pero ello no cuestiona la sencillez y elegancia de dicho modelo. El tiempo, como ocurre casi siempre en la ciencia y pocas veces en la historia, dará validez a los planteamientos acertados.

Del hombre hasta el hombre. Tratar de explicar la evolución del género Homo no es sencillo. Demasiados nombres en el árbol genealógico, poco conocimiento sobre la variabilidad anatómica de aquellas especies ciertas más antiguas del medio millón de años y grandes extensiones continentales que suministran retazos mínimos de aquello que sucedió. Este segundo capítulo nos cuenta el camino del hombre hasta el hombre y la relación directa entre forma, cambio de forma y clima. Preciosa historia la que supo leer Coppens, la de 3 millones de años de cambios globales, deducidos a través de improntas locales cuyos testimonios fósiles quedaron en el Omo, en Etiopía. De nuevo nombres y más nombres que hacen o pueden hacer, según el lastre de cada observador, más confusa la lectura de la historia del género humano. Pero en este texto el autor francés lidera, con prudencia en la opinión, la analítica parsimoniosa de los datos.

El oportunismo y el consumo de carne, ser carroñeros, nos ayudó a asentarnos en el planeta hace 3 millones de años como nuevo género nacido en África y a prosperar de forma exponencial (de hecho, el carroñeo, como estrategia óptima en la alimentación humana, se prolongó en África hasta hace 1,5 millones de años y en Europa hasta hace 0,5 millones de años). La anatomía, la funcionalidad de la misma, fue de la mano en el tiempo de los recursos ambientales y todo ello convergió para dotar a una especie de algo ajeno hasta ese momento en la evolución de la forma orgánica, la cultura. ¿Hay en nuestro linaje muchas o una única especie? Posiblemente haya sólo una con distintos nombres en el tiempo, fundamentadas en matices anatómicos de un polimorfismo original sesgado en el registro fósil. Poblaciones de los primeros representantes de la misma (Homo ergaster) colonizaron, hace ya 2 millones de años, otro continente, Eurasia. En esencia, ser humano es ser colonizador.

Razón, manipulación del entorno, inteligencia, libertad y cultura son los siguientes temas tratados en las consideraciones sobre lo que es ser humano. Y así, hasta que aparecen las poblaciones humanas modernas en África con lenguajes comprensibles, realmente hace cerca de 200.000 años, que reemplazan con posterioridad en occidente a los aborígenes europeos, los neandertales (Homo heidelbergensis-Homo neanderthalensis), y en oriente a los aborígenes insulares (son los dos grupos humanos más aislados por los efectos de las glaciaciones del Cuaternario), colonizando territorios vírgenes hasta entonces en Australia y América.

Entre los aspectos previos y los caminos que, a través de Lucy, conducen a las conclusiones finales, Coppens nos presenta su visión de "la historia de la historia del hombre", donde analiza cronológicamente los más significativos hallazgos paleoantropológicos y las "resistencias psicológicas a la ciencia". Resulta curiosa y lamentable la recurrente ceguera histórica frente al registro de algunos de los paleontólogos que estudian fósiles humanos, si la comparamos con la actitud general frente a los datos de los paleontólogos que estudian la evolución de cualquier otro grupo de mamíferos. El "lastre" emocional parece haber sido siempre muy pesado, independientemente de la década o siglo que se trate.

Coppens nos narra sus experiencias vitales, cuando iniciando su carrera científica -1950-1960- se encuentra en Francia inmerso en la vorágine humana y científica del conocimiento paleoantropológico y prehistórico del planeta. Ciertamente, el paleontólogo francés pudo desarrollar sus cualidades científicas en uno de los marcos del progreso del conocimiento más propicios de la historia de la paleontología de mamíferos. Haber gozado de la amistad y el respeto profesional de Camille Arambourg, Raymond Dart o Louis Leakey fue una gran suerte. De esta forma Coppens, con capacidad y fortuna, pasó a ser protagonista en la historia de la investigación de la evolución humana, viviendo activamente aquellas décadas (1960-1980) en que una legión de científicos estudió 2.000 kilómetros del valle del Rift oriental en África. En aquellos años se redefinió la historia del origen de la humanidad y los científicos cambiaron su forma de trabajar: integración de informaciones procedentes de distintas áreas de conocimiento para la solución de problemas concretos, desarrollo y aplicación de todo tipo de nuevas técnicas de análisis de datos y datación, y transferencia de información a la sociedad (ellos fueron los primeros pero muchos ya no se acuerdan). Tal fue el volumen de objetos y datos recuperados en África oriental en esas décadas que serán fuente de trabajo para varias generaciones de científicos.

Todo en esta narración nos lleva a Lucy, al testimonio pétreo de hace 3 millones de años de un fenómeno histórico para el análisis de la vida sobre la tierra, a una triple revolución en las aptitudes humanas: la que vivió Lucy, la que realizaron los que la descubrieron y la interpretaron, y la que hizo cambiar en la sociedad la visión sobre nuestro más remoto pasado (la que involucró a los ciudadanos). El esqueleto de Lucy muestra por primera vez la doble locomoción, expresa el esfuerzo de la naturaleza por desplazarse con eficacia tanto por los árboles como sobre el suelo erguida sobre sus patas traseras (bipedismo). Se trata de la primera evidencia de un experimento logrado; se trata pues de una revolución arquitectónica con futuro cuyo sentido en la modificación esquelética fue de la cabeza a los pies. No será ya Lucy la que justifique la descendencia en forma del género humano, sus pies están configurados también para trepar, sino será posiblemente Australopithecus anamensis el ancestro de Homo.

La pasión racional con la que Coppens construye su ensayo es reflejo de su trayectoria científica. Investigador riguroso, une a su trabajo la valentía de las ideas basadas en el "sentido común", sentido este último que conviene aplicar cuando se dispone de datos procedentes de todas las fuentes de información posibles.

El reflejo de Lucy en la sociedad, desde que renació mediado el siglo XX, es ingente. Pocos hallazgos y pocos significados científicos han marcado a tantas personas. Aquí también radica la importancia de esta chica del Afar, la trascendencia de su existencia se metió poco a poco en la mente de animales pertenecientes a la única especie homínida y bípeda viva. Ese es su insospechado legado y Coppens su brillante interlocutor.

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