Fecha
Autor
Lafuente, Antonio; Cardoso, Ana; Saravia, Tiago. Doce calles. Madrid, 2007. 478 páginas.

Maquinismo Ibérico.

DIMENSIONES CIENTÍFICAS Y TÉCNICAS DEL IBERISMO DECIMONÓNICO<br> Reseña realizada por Horacio Capel<br> Universidad de Barcelona

Las recientes declaraciones de José Saramago sobre la conveniencia de una relación más estrecha entre España y Portugal no han hecho más que resucitar una opinión que estaba muy difundida entre intelectuales de los dos países durante el siglo XIX. El sentimiento iberista fue muy profundo en muchos científicos y políticos de uno y otro país.

Cuando se habla del iberismo del siglo XIX se acostumbra a aludir a las dimensiones políticas y literarias, o de manera general intelectuales. Las dimensiones económicas y financieras así como las científicas y técnicas están generalmente fuera de la visión que se tiene del iberismo.

Pero las relaciones en el siglo XIX fueron más amplias de lo que se acostumbra a reconocer. En todo caso, los paralelismos son muy importantes. Por todo ello, considerar simultáneamente el desarrollo científico y social de los dos países tiene un gran interés. Es lo que se hace en este libro provocativamente titulado Maquinismo ibérico, y que ha sido coordinado por un historiador español, Antonio Lafuente, y dos portugueses, Ana Cardoso de Matos y Tiago Saraiva.

Como bien advierten los coordinadores de la obra, hablar del iberismo y de las relaciones entre España y Portugal en el siglo XIX obliga a incorporar las dimensiones científicas y técnicas, los ingenieros, las máquinas, y el desarrollo urbano. Es lo que han hecho la veintena de autores que colaboran en la obra, todos ellos profesores e investigadores pertenecientes, en su mayoría, al Centro de Estudios Históricos del CSIC, y a las Universidades de Lisboa, Évora y Barcelona.

El libro pone de manifiesto que, "el desarrollo de la historia de la ciencia y de la técnica de los últimos años nos permite percibir una Iberia poblada de máquinas, ingenieros, instrumentos, sociedades o exposiciones industriales que contrasta con los campos de Castilla y el provinciano Portugal; todos esos actores humanos y no humanos son esenciales para entender la construcción de los imperios, la evolución de las dos capitales o la formación de espacios nacionales".

Esa conclusión se encuentra bien apoyada en las aportaciones que se incluyen en las cuatro partes en que se divide la obra. La primera, dedicada a tecnología e imperio, incluye capítulos sobre la transferencia de tecnologías para explotar los recursos mineros en los imperios americanos de España y Portugal, así como el papel de la ciencia en la organización general de ambos imperios.

La segunda está dedicada a tecnología y profesión, especialmente a la evolución de las enseñanzas de la ingeniería. Presta atención a los esfuerzos que hicieron las elites ilustradas y liberales por conocer lo que se realizaba en Europa a través del viaje (o del espionaje) y el envío de jóvenes para formarse en instituciones europeas, así como la organización de sistemas de enseñanza y de cuerpos facultativos al servicio del Estado. Se destaca el papel de los ingenieros en la creación y transferencia de tecnología, así como en la divulgación de la misma para el gran público, y el papel de las instituciones científicas y de las sociedades económicas como espacios para legitimar el carácter utilitario de la ciencia.

La tercera parte, sobre tecnología y sociedad, aborda el tema de la difusión de los avances técnicos en los dos países a través de las publicaciones portuguesas y españolas. Existía un público para la ciencia, ávido de conocer los avances que se realizaban; un público esencialmente urbano, que contrastaba con las elevadas cifras de analfabetismo que existieron durante todo el siglo XIX en los dos países (que superaban el 60 por ciento de la población española y el 75 de la portuguesa a fines de dicho siglo). Y fue también en las ciudades donde se realizó la mayor inversión de capitales y de esfuerzo científico, y donde se publicaron los periódicos y las revistas que fueron atendiendo la demanda de información que existía por parte de las clases medias y populares.

Finalmente la cuarta parte se refiere al impacto de la ciencia y la tecnología en la organización espacial de España y Portugal en el siglo XIX, con capítulos sobre la construcción de canales, la reforma del sistema sanitario, el papel de la cartografía en la organización del Estado liberal. La cartografía era imprescindible para la organización del nuevo estado, y también para la realización de los proyectos de reforma que trataba de impulsar, desde el catastro y la reforma fiscal a la construcción de puertos, carreteras y ferrocarriles.

Se pone énfasis en la necesidad de prestar atención a la misma construcción de la ciudad, tanto en lo que se refiere a la ordenación de las nuevas expansiones y reforma de los cascos antiguos, como a la construcción de infraestructuras. Los capítulos sobre ciencia y progreso en la época isabelina española así como los que se dedican a la construcción del canal de Isabel II para el abastecimiento de agua a Madrid, o a la aplicación de la tecnología sanitaria en Lisboa, son significativos de ese enfoque. Se destaca el esfuerzo que los ingenieros realizaron para "llevar la ciencia a la urbe, traduciendo el territorio a nivelaciones, ecuaciones y presupuestos", y el esfuerzo por conseguir la "planificación de España", como pretendía la Comisión de Estadística General del Reino creada en 1856.

Otro autor, Tiago Saraiva, por su parte, no duda en utilizar la metáfora de Big Science aplicada a los complejos trabajos que fue necesario realizar para la construcción de la presa y canal de abastecimiento de agua a Madrid, en la época de Isabel II: "Ninguna conferencia, periódico o Ateneo podía competir con la llegada del ferrocarril, la inauguración de un canal o la iluminación eléctrica de las calles", acontecimientos que en muchos casos merecieron multitudinarias inauguraciones con asistencia de todas las clases sociales, y en donde se exaltaba la ciencia y la técnica capaz de realizar dichas proezas. La movilización de recursos humanos y técnicos que esas obras realizaban era enorme. Y los debates científicos y técnicos a que dieron lugar (como por ejemplo, el que hubo entre el ingeniero de caminos Lucio del Valle y el de minas Casiano de Prado a propósito de los trabajos en la presa de reguladora del Canal de Isabel II) contribuían a dar visibilidad a las cuestiones científicas.

El libro no trata de mostrar las relaciones e influencias mutuas que existieron en el siglo XIX, y que fueron numerosas (inversiones de un país en el otro, encuentros de ingenieros o intelectuales, interacciones en las regiones fronterizas, préstamos en los planes de enseñanza...) sino de narrar los desarrollos paralelos en cada país de algunos aspectos escogidos por su relevancia, con el fin de "propiciar el mutuo reconocimiento". Obras como ésta establecen puentes sólidos para el diálogo entre los dos países y muestran la importancia de las investigaciones que realizan los grupos que han estado involucrados en su realización.

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