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Vive en esta vecindad
Cierto médico poeta
Que al fin de cada receta
Pone 'mata', y es verdad.
Nota. Poema, atribuido a Bretón de los Herreros,
dedicado al Dr. Mata Fontanet, que era su vecino,
el cual, al parecer, harto de que
preguntarán por Bretón a altas horas de la madrugada,
había colocado en su puerta el siguiente cartel:
No vive en esta mansión
ningún poeta bretón.
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Siempre infantil caminas por las cifras
enseñando tu cola puntiaguda,
y tu panza de niño adolescente
por donde se resbala la ternura.
Eres, al fin, el único juguete
que traza el usurero con su pluma.
Cisne de los papeles escolares!
¡Príncipe y equilibrio de las curvas!
Cuando tu nombre se abre entre mis labios
apenas si se mueve tu figura;
en el aire nadando te me alejas
por un mundo de hierro y de penumbra.
¿Qué vas a hacer cuando el dolor te lleve
por las altas ventanas de las sumas?
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Las espiras de mi alma se entrelazan,
aunque estén distantes, con las tuyas,
y estas espiras tuyas cierran el circuito
alrededor de la aguja de mi corazón.
Constante como Daniel, fuerte como Grove,
bullendo en su fondo como Smee
mi corazón desborda la marea del amor
y todos sus circuitos se cierran en ti.
Cuando a lo largo de la línea
discurren los mensajes de mi corazón, dime,
¿qué corrientes se inducen en ti?
Un solo click tuyo acabará con mis penas.
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DOS rectas nuestras vidas
matemáticamente.
Tú y yo en el zenit
de lo bello y lo justo,
con blancura de nieve,
azul puro de nieve.
Dos rectas nuestras vidas:
azul de puro aire,
blanco puro de nieve
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Deshecho mi cadáver, sus vapores
que rueden por las zonas superiores
del anchuroso cielo,
en tanto que recoja el blanco suelo
de mis materias sólidas las sales,
y al plácido regar de aguas pluviales
se nutran cien semillas
y suban por sedientas raicillas
en sávia transformados mis despojos,
á coronar de malvas y de hinojos
de mi postrer morada las orillas.
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Equivocar el camino
es llegar a la nieve
y llegar a la nieve
es pacer durante veinte siglos las hierbas de los cementerios.
Equivocar el camino
es llegar a la mujer,
la mujer que no teme la luz,
la mujer que no teme a los gallos
y los gallos que no saben cantar sobre la nieve.
Pero si la nieve se equivoca de corazón
puede llegar el viento Austro
y como el aire no hace caso de los gemidos
tendremos que pacer otra vez las hierbas de los cementerios.
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El ave-verde cantaba
- paralelepípedo
paralelepípedo
paralelepípedo
El ave-verde cantaba
volando en un velocípedo
Paralelamente
la recta disparada por el puente
Los polígonos alborozados
copulaban al son de los triángulos
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En todas sus palabras y acciones
había una bondad suprema.
Viena. Casa de Maternidad, la mayor
del mundo. ¡Qué ocasión tan estupenda
poder diseccionar cada mañana
los cuerpos aún frescos de mujer
en el depósito de hospital!
Con una constancia más que excepcional
hacía sus extrañas indagaciones.
Era bastante calvo, ingenuo
como un niño, y rechoncho más bien.
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Más allá de la música de las esferas,
Einstein escucha un tam-tam oscuro
en el tambor tenso del espacio-tiempo,
ondas de gravitación pura
que jamás ha oído nadie
sino él en sus cálculos.
Cilindros de acero frío, hipersensibles,
escrutan el cielo a la búsqueda
de un eco, de un hálito de onda que no llega.
Y cada vez son más los que se afanan,
con instrumentos y números, a explorar
las más difíciles titilaciones de la tiniebla,
ritmos escurridizos y elusivos.