Tony Wyss-Coray, investigador de la Universidad de Stanford, ha demostrado que el plasma de ratones jóvenes mejora la función cerebral y la memoria en otros más viejos
La investigación de distintos factores en la sangre podría contribuir a conocer y detectar mejor los procesos de envejecimiento y las enfermedades asociadas a él. Así lo explicó Tony Wyss-Coray, profesor de Neurología y Ciencias Neurológicas en la Universidad de Stanford, EE. UU., en su seminario Sangre joven para cerebros viejos, celebrado en el CNIO.
Wyss-Coray ha demostrado en modelos animales que una infusión de plasma sanguíneo de individuos jóvenes puede mejorar la función cerebral y la memoria de otros de más edad. Para Manuel Valiente, jefe del Grupo de Metástasis Cerebral del CNIO, es “uno de los investigadores de su generación que más arriesgan con la innovación”.
Este investigador nacido en Suiza centró su carrera en la sangre por la dificultad de investigar lo que ocurre en el cerebro a escala molecular. La sangre es “el órgano que conecta todos los tejidos a través del sistema vascular, y tiene en principio la capacidad de recoger información molecular de cada célula”, explicó.
Para estudiar si los cambios que ocurren en las proteínas de la sangre a lo largo de la vida juegan un papel en el propio envejecimiento, o incluso en la enfermedad, Wyss-Coray transfundió plasma sanguíneo de ratones jóvenes a viejos, y viceversa. Halló que el plasma joven promueve la actividad de las células madre neuronales, y una mejora de la función cerebral y de la memoria. Sin embargo, los ratones jóvenes con plasma de otros de mucha más edad experimentan un envejecimiento acelerado.
Un mismo organismo, distintas velocidades de envejecimiento
Otro resultado relevante, tras analizar proteínas en la sangre de unos 5.000 participantes, fue que vamos envejeciendo a lo largo de toda la vida y no sólo en el último tramo.
Pero hay diferencias entre órganos del cuerpo, incluso entre tejidos o zonas de un mismo órgano. A partir de un análisis de sangre se puede perfilar un atlas de envejecimiento del organismo.
Analizando la sangre es posible investigar también, dijo Wyss-Coray, la influencia en el envejecimiento o en el riesgo de enfermedad de intervenciones como la restricción calórica, y el papel de las condiciones medioambientales y hábitos de vida como el ejercicio.
En cuanto a las posibilidades de que estos estudios tengan impacto en la clínica, el investigador señaló que “va a haber una explosión de ensayos clínicos en los próximos años” explorando esta línea de investigación e incluyendo enfermedades neurodegenerativas, como el Alzheimer. Wyss-Coray considera aún a una escala pequeña, pero que ofrecen una prueba de concepto para seguir ahondando en sus posibilidades. “Estamos viendo sólo la punta del iceberg”.