El investigador del CENIEH Emiliano Bruner publica un estudio sobre estos pequeños vasos que constituyen un nuevo rasgo de interés tanto en paleoneurología como en paleopatología, y proporcionan un ejemplo más de interacción entre antropología y medicina
Emiliano Bruner, paleoneurólogo del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH), acaba de publicar en la revista Anatomical Record el primer estudio que investiga la cantidad y distribución de los vasos microscópicos que unen los huesos de la bóveda craneal con el cerebro.
Se sospechaba que estos microvasos están implicados en la regulación térmica del cerebro, pero recientemente se ha visto que además son fundamentales para la respuesta inmunitaria del cerebro, ya que conectan el cerebro con la médula ósea de los huesos de la bóveda, que es donde se producen las células de defensa y reparación de los tejidos.
“Aumentan desde las etapas juveniles hasta la madurez, pero luego su número parece que se estabiliza. Aparentemente, además, en la muestra que hemos analizado las mujeres presentan más microvasos que los hombres”, señala Bruner.
El estudio de Bruner, realizado con la colaboración de Stanislava Eisová, del Museo Nacional de Praga, revela que estos microvasos y sus microcanales se distribuyen sobre todo en la bóveda craneal, y en particular en correspondencia espacial con elementos vasculares fundamentales para el drenaje cerebral: los senos venosos y las venas puente. No son muy densos en el hueso parietal, donde sin embargo se encuentran los grandes canales diplóicos internos del hueso.
Rasgos craneovasculares
Algunas arterias y venas dejan sus huellas en el hueso del cráneo, por lo que se puede investigar su anatomía en fósiles o en muestras esqueléticas. Estos “rasgos craneovasculares” suelen referirse a vasos de gran diámetro, como la artería meníngea media o los senos venosos. Sin embargo, los microvasos y sus microcanaleses (o microforamina) que unen el espacio interno de los huesos de la bóveda craneal con el cerebro, cruzando la barrera de las meninges, apenas se han estudiado.
Bruner describió estos microforamina en 2017, en un hueso parietal hallado en el yacimiento de la Gran Dolina de Atapuerca, datado en 800.000 años. Más recientemente se han descrito también en fósiles neandertales. “Estos pequeños vasos constituyen un nuevo rasgo de interés tanto en paleoneurología como en paleopatología, y proporcionan un ejemplo más de interacción entre antropología y medicina”, afirma el paleoneurólogo del CENIEH.