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Migrantes de la península ibérica llevaron la agricultura al norte de África

Un estudio arqueogenómico realizado por investigadores de España, Suecia y Marruecos revela que, hace unos 7.400 años, pobladores europeos cruzaron el estrecho de Gibraltar y transmitieron sus conocimientos agrícolas a los cazadores-recolectores norteafricanos. Un milenio después, pastores procedentes de Medio Oriente llegaron también con su estilo de vida

En el noroeste de África, el estilo de vida cambió de la caza y la recolección a la agricultura hace unos 7400 años, pero la razón por la que los antiguos pobladores de la península tingitana (delimitada al norte por el estrecho de Gibraltar y al sur por la actual ciudad de Tánger) adoptaron este nuevo estilo de vida neolítico seguía siendo un enigma. Hasta ahora.

¿Fueron los agricultores neolíticos europeos o los de Oriente Próximo los responsables de llevar el nuevo modo de vida al norte de África? ¿Esta forma de vida habría llegado vía Europa o directamente del Levante? o bien ¿los cazadores-recolectores locales adoptaron de manera autónoma prácticas agrícolas como había sucedido en otros lugares? Estas son preguntas que se han hecho los arqueólogos durante mucho tiempo.

Un análisis arqueogenómico de restos humanos, de entre 8.000 y 6.000 años, procedentes de Marruecos revela que el inicio de la actividad agrícola fue complejo y se produjo en múltiples fases. Primero introducida por emigrantes europeos del Neolítico y, poco después, adoptada por los grupos locales.

Un milenio después, una segunda migración, esta vez de pastores procedentes de Medio Oriente, llegó con su estilo de vida. Estos mil años estarían marcados por un intercambio de ideas, de genes y una economía mixta que quedarían inmortalizadas en el registro arqueológico y en los genomas de los humanos involucrados en este proceso.

Un equipo de investigadores de Suecia, España y Marruecos ha resuelto la incógnita, tal y como ha publicado la revista Nature, en un artículo que recoge los resultados de esta investigación.

El equipo español, que aglutina a expertos en genómica y en arqueología, comenzó las excavaciones en 2011 y volvió a Marruecos en 2016 para hacer la toma de muestras necesaria para los análisis genéticos. Estos, junto al tratamiento de secuencias genómicas, así como la cuidadosa integración de dichos datos con los datos arqueológicos, continuó hasta culminar la investigación publicada ahora.

El equipo de ADN antiguo responsable está codirigido por Cristina Valdiosera y Mattias Jakobsson e integrado además por Luciana Simoes, y Torsten Gunther, de las universidades de Burgos y Uppsala (Suecia). El equipo arqueológico responsable está formado por Juan Carlos Vera (Universidad de Huelva) y Rafael Martínez (Universidad de Córdoba).

"Encontramos una notable continuidad poblacional hasta hace 7.500 años en el noroeste de África, donde un grupo de recolectores locales había vivido aislado durante al menos ocho milenios, quizá desde mucho antes", afirma el profesor Mattias Jakobsson, de la Universidad de Uppsala, quien ha liderado el estudio junto a la doctora Cristina Valdiosera, investigadora del Laboratorio de Evolución Humana de la Universidad de Burgos.

Pero fue entonces, hace 7.400 años, cuando ocurrió algo que modificó para siempre la vida de esa sociedad. Tras permanecer aislada durante tanto tiempo, el noroeste de África recibió dos nuevas oleadas poblacionales en un plazo de unos 1.000 años: una oleada migratoria que siguió la costa norte del Mediterráneo y otra la costa sur.

"Una ascendencia genética extranjera relacionada con los primeros agricultores europeos se encuentra en el norte de África en los restos del contexto neolítico más antiguo que hemos estudiado, de hace unos 7.400 años en la cueva de Kaf Taht el-Ghar (Marruecos)", apunta Luciana Simoes, de la Universidad de Uppsala (Suecia) y primera autora del estudio. Esto que indica que los emigrantes procedentes de Europa introdujeron este nuevo estilo de vida.

Según Valdiosera, la composición genética observada en la cueva, ubicada en la costa mediterránea norafricana, es muy similar la que ya habían visto en los agricultores neolíticos analizados en la península ibérica.

“Se trata de una composición genética relacionada con los migrantes originarios de Oriente Medio y Anatolia, que introdujeron la agricultura en Europa de aproximadamente 8.500 a 7.500 años y que, en su recorrido hacia el extremo occidental del continente, se fueron mezclando con las poblaciones residentes, los cazadores-recolectores europeos”, añade la colíder del estudio.

Esta mezcla de dos culturas distintas (agricultores y cazadores-recolectores) y de dos poblaciones distintas (Medio Oriente y Europa) es la que atraviesa el estrecho de Gibraltar, desencadenando con su llegada un nuevo estilo de vida.

"En unos pocos cientos de años e inspirados por sus nuevos vecinos, los recolectores locales empezaron a cambiar su modo de vida por la agricultura y los dos grupos convivieron durante al menos otro siglo", explica Valdiosera. En otras palabras, estamos presenciando un proceso de aculturación.

Curiosamente y según los resultados de este estudio, en los individuos de esta cueva neolítica se ha detectado, además de la mezcla genética mencionada anteriormente, una proporción importante del componente genético cazador-recolector local, el Maghrebi.

Sin embargo, en la población de Ifri n'Amr Ou Moussa, otro yacimiento Neolítico posterior, pero que coexiste con Kaf Taht el-Ghar y que en el estudio representa la composición Maghrebi en el Neolítico, no se percibe una composición genética de las poblaciones migrantes.

Este resultado coincide con la dinámica de interacción que ocurrió con sus homólogos europeos: son las poblaciones de agricultores las que asimilan a las poblaciones locales, es decir, dándose por ello un intercambio de genes unidireccional.

Este proceso de transferencia cultural resulta extraordinariamente novedoso y atípico para los investigadores. El genetista de poblaciones de la Universidad de Uppsala, Torsten Günther, afirma que "este fenómeno no se ha observado en ninguna otra parte del mundo”.

Asimismo, se detecta una nueva ascendencia genética en los restos humanos de 6.300 años analizados en el yacimiento de Skhirat-Rouazi, probablemente derivada de la llegada de emigrantes procedentes de Oriente Próximo, al mismo tiempo que se documenta por primera vez el pastoreo en la región. Más tarde, las tres ascendencias, o grupos genéticos, se mezclan durante el Neolítico Tardío.

"Me parece estupendo que los datos genómicos generados en este estudio confirmen lo que la decoración cerámica ya apuntaba: una difusión unidireccional desde la costa ibérica hasta la Península Tingitana, hace unos 7500 años", afirma Rafael Martínez, doctor de la Universidad de Córdoba (España).

Este trabajo supone “un antes y un después en la comprensión de muchos aspectos relacionados con los procesos de difusión del Neolítico en la región, zanjando la cuestión respecto a su origen en Andalucía y el Magreb. Queda bastante claro el sentido unidireccional del proceso –añade–, probablemente desde Iberia, y sitúa la decoración impresa de cerámicas marroquíes encontradas entre las primeras impresas del Mediterráneo Occidental”.

"Rellenar esta laguna cronológica clave en el Magreb resultó crucial para comprender mejor cómo se adquirieron las diferentes estrategias de subsistencia en esta región", apunta Youssef Bokbot, del Instituto Nacional de Ciencias de la Arqueología y del Patrimonio de Marruecos.

“Finalmente, lo que este estudio nos viene a mostrar, confirmando lo que hemos estudiado hasta el momento en otros periodos de tiempo, es que la historia de la humanidad ha estado siempre marcada por migraciones y mezclas poblacionales desde sus inicios”, concluye Valdiosera.


 Referencia bibliográfica: Valdiosera, C. “Northwest African Neolithic initiated by migrants from Iberia and Levant”. Nature (2023).

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