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CENIEH

Los primeros humanos modernos del interior de la península ibérica eran cazadores expertos

Investigadores del CENIEH analizan los restos faunísticos del yacimiento del Abrigo de la Malia (Guadalajara), los cuales revelan estrategias de subsistencia exitosas de los grupos humanos, grandes conocedores de su entorno, y cuestionan la idea de un vacío poblacional en el interior peninsular hace 36.000 años

El conocimiento sobre los primeros asentamientos de Homo sapiens en el interior de la península ibérica al inicio del Paleolítico superior ha dado un giro importante  con la publicación en la revista Quaternary Science Advances de un estudio liderado por Edgar Téllez, investigador del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH), en el que se abordan las estrategias de subsistencia de los primeros pobladores de la Meseta, a través del análisis tafonómico y zooarqueológico de los restos faunísticos recuperados en el yacimiento del Abrigo de La Malia (Tamajón, Guadalajara).

El análisis de los restos animales encontrados demuestran que este yacimiento, datado en torno a 36.000 años, fue ocupado de forma recurrente durante al menos 10.000 años, en un contexto de cambios climáticos constantes. Los grupos humanos que lo visitaron explotaron principalmente ciervos, caballos salvajes, bisontes y rebecos, recursos típicos de entornos boscosos, montañosos y de pradera, con ocupaciones de carácter breve, es decir, que no fue utilizado como campamento estable, y sus visitas estarían relacionadas con actividades de caza, aprovisionamiento y procesado inicial de los recursos animales.

Los grupos humanos en la región, grandes conocedores de su entorno, contaban con las capacidades necesarias para desarrollar estrategias de subsistencia eficaces, basadas principalmente en la caza y el procesado de ungulados de tamaño medio y grande. Estas prácticas les permitieron adaptarse a las duras condiciones climáticas y ambientales de la Meseta durante el Paleolítico superior inicial.

Como señalan los autores, aunque las comunidades humanas se enfrentaban a entornos complejos e incluso hostiles desde un punto de vista climático, la región ofrecía recursos suficientes para garantizar su subsistencia, y estas comunidades sabían cómo aprovecharlos. Por ello, cuestionan la idea de un vacío poblacional en el interior peninsular y obligan a replantear los modelos de movilidad, ocupación y adaptación de los primeros Homo sapiens en el centro peninsular.

Una región poco explorada

Durante décadas se ha asumido que la Meseta quedó casi despoblada tras la desaparición de los neandertales y que no fue ocupada de nuevo hasta el final del Último Glacial, hace unos 20.000 años, con la llegada de los primeros humanos anatómicamente modernos. En cambio, las zonas costeras mediterránea, cantábrica y atlántica concentraron la mayoría de los yacimientos conocidos y de los estudios sobre prácticas de subsistencia, ofreciendo un marco comparativo sólido.

Los nuevos hallazgos en la Meseta, una región poco explorada hasta ahora, resultan especialmente novedosos, ya que obligan a replantear los modelos tradicionales de ocupación y estrategias adaptativas de los primeros Homo sapiens.

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