
Las sociedades cazadoras y cosechadoras del Mediterráneo hicieron largos viajes marítimos mucho antes de la llegada de la agricultura
Hace más de 8.500 años, comunidades cazadoras y cosechadoras ya navegaban por el Mediterráneo y colonizaban islas remotas como Malta, mucho antes de la llegada de la agricultura. Así lo demuestra una búsqueda publicada en la revista Nature , que documenta por primera vez una travesía de más de 100 kilómetros de mar abierto sin el uso de embarcaciones a vela. Según el equipo investigador, estos grupos se desplazaban probablemente en canoas excavadas, orientándose con las estrellas, las corrientes marinas y puntos de referencia costeros.
El estudio ha estado liderado por Eleanor Scerri, investigadora del Max Planck Institute of Geoanthropology (Alemania) y por la Universidad de Malta, y ha contado con la participación de un equipo internacional formado por 25 especialistas. Entre los firmados del artículo figuran Ethel Allué y Aitor Burguet-Coca, personal investigador del IPHES-BÚSQUEDA y la Universidad Rovira i Virgili (URV), expertos en arqueobotánica y piroarqueología, respectivamente. También forman parte del equipo de investigación los investigadores Andrés Currás (Max Planck Institute of Geoanthropology) y Mario Mata González (Universidad de Malta).
Colonización de una isla remota
Hasta hace poco se pensaba que las islas remotas del Mediterráneo no habían estado habitadas hasta la llegada de los primeros agricultores y ganaderos, debido a la complejidad que suponía una travesía marítima de estas características. Pero los hallazgos realizados en el yacimiento de Latnija, en el norte de la isla de Malta, cambian completamente esta visión. Los restos arqueológicos recuperados sitúan la ocupación humana en la isla mil años antes de la adopción de la agricultura en la región.
Durante las excavaciones, el equipo ha identificado una gran variedad de restos arqueológicos: herramientas de piedra, hogares, restos de alimentos cocinados y una notable diversidad de especias animales, todas con indicios claros de consumo humano. Destacan especialmente restos de venado rojo, que hasta ahora se creía extinguido en Malta en aquella época, así como tortugas, aves de gran tamaño (algunas hoy ya desaparecidas), focas y varios peces como el anfuso. También se han encontrado miles de restos de moluscos marinos como caracoles, erizos de mar y cangrejos, muchos de los cuales muestran signos claros de cocción.
Según el equipo investigador, estas comunidades habrían zarpado desde Sicilia u otras zonas del sur de Italia en embarcaciones sin vela, aprovechando las corrientes marinas, los vientos predominantes y técnicas de navegación ancestral como la observación de las estrellas y puntos de referencia costeros. Los cálculos estiman que la travesía pudo durar entre 24 y 30 horas, una parte de ellas a oscuras.
Este descubrimiento obliga a repensar la capacidad marítima de las últimas comunidades cazadoras y cosechadoras europeas y sus posibles conexiones con otros grupos de la cuenca mediterránea. Asimismo, plantea interrogantes sobre el impacto que estas primeras ocupaciones humanas podrían haber tenido en la fauna endémica de las islas: "Los resultados amplían en mil años la prehistoria de Malta y fuerzan a reevaluar las habilidades de navegación de estas comunidades, así como sus conexiones e impactos ambientales", afirma Eleanor Scerri, autor.
El fuego, una prueba clave de la actividad humana
Una de las principales aportaciones de la investigación ha sido la identificación clara y rigurosa del origen antrópico del yacimiento de Latnija. Esta labor la ha liderado el equipo del IPHES-BÚSQUEDA y la URV mediante el estudio detallado del registro piroarqueológico: los restos de fuego, el tipo de combustible empleado y su relación con el entorno natural.
"Sin fuego, en muchos contextos arqueológicos no podemos detectar actividad humana, sobre todo en aquellos yacimientos donde las estructuras son escasas o inexistentes", explica Ethel Allué, investigadora del IPHES-BÚSQUEDA y profesora asociada de la URV. "El fuego nos habla de cómo vivían, de cómo se organizaban y de cómo se adaptaban al paisaje".
El análisis de los hogares ha permitido identificar sedimentos quemados, acumulaciones de cenizas y otros indicios de uso reiterado del fuego en un mismo espacio. "Por suerte, el registro del fuego estaba en muy buen estado de conservación, lo que nos ha permitido ir más allá de su simple detección y reconstruir prácticas humanas que podrían haber pasado desaparcebidas", destaca Aitor Burguet-Coca investigador postdoctoral Beatriz de Pinoso del IPHES-BÚSQUEDA.
La especie vegetal más utilizada como combustible era el lentisco ( Pistacia lentiscus ), elegida por sus buenas propiedades combustibles, a pesar de la presencia de otras especies en el entorno. Esta elección apunta a un profundo conocimiento de los recursos vegetales y de la ecología local. También se ha identificado la presencia de palmito ( Chamaerops humilis ), una planta que podría haber tenido usos complementarios como la construcción, la cestería o como combustible auxiliar.
Técnicas analíticas de vanguardia centradas en el estudio del fuego
Para estudiar estos restos, el equipo ha aplicado una combinación de técnicas avanzadas como el análisis de fitolitos y la espectroscopia de infrarrojo (FTIR). Estas metodologías permiten identificar el origen de los sedimentos alterados por el calor y distinguirlos de procesos naturales, así como reconocer las plantas utilizadas.
“Con FTIR podemos detectar transformaciones minerales provocadas por el fuego, y con los fitolitos identificamos las plantas utilizadas”, explica Aitor Burguet-Coca “Esto nos permite reconstruir usos que no son visibles en el ojo desnudo y confirmar el origen antrópico del registro en contextos donde otras evidencias podrían atribuirse.
Una investigación europea con fuerte participación catalana
El estudio forma parte de un proyecto internacional liderado por Eleanor Scerri del Max Planck Institute of Geoanthropology y financiado por el Consejo Europeo de Investigación (ERC). Cuenta también con el apoyo de la Superintendencia del Patrimonio Cultural de Malta y la Universidad de Malta, así como con la colaboración de varios centros de investigación de Europa.
El IPHES-BÚSQUEDA ha tenido un papel destacado gracias a la amplia experiencia de su equipo en técnicas arqueobotánicas y piroarqueológicas. La Unidad de Arqueobotánica del centro es una de las más consolidadas del continente y reúne a especialistas en diversas disciplinas como la antracología, la palinología, la carpología, el estudio de los fitolitos o el análisis de compuestos orgánicos. Muchas de estas líneas se centran en el estudio del combustible y el uso del fuego en contextos arqueológicos.
"Es un ejemplo claro de cómo disciplinas como la piroarqueología y la arqueobotánica no sólo aportan contexto a la investigación, sino que a menudo son claves para interpretar correctamente el registro arqueológico", concluye Ethel Allué.
Referencia bibliográfica: Scerri, EML et al. Hunter-gatherer sea voyages extended to remotest Mediterranean islands. Nature. DOI: 10.1038/s41586-025-08780-y
Fotografía de portada: Huw Groucutt.
Comentarios
Hay que tener en cuenta que…
Hay que tener en cuenta que ha hace 11.000 años con los inicios de Holoceno el nivel del más estaba 120 m o 130 metros por debajo del nivel actual y muchas islas estaban mucho más cerca del continente y sin duda eran visibles a simple vista. En el Caso de Chipre está documentada la importación de cerdos desde el continente hace unos 9.000 años. El deshielo de los glaciares durante el Holoceno supuso la irrupción de las aguas del Mediterráneo en el lago que era el actual Mar Negro hace unos 5.500 aproximadamente.
Las alarmas actuales cuando el nivel del mar sube unos milímetros o centímetros contrasta con la subida de mar ya acaecida de más de 120 m en los últimos 10.000 años que es la base de los relatos sobre diluvios universales en la memoria colectiva de la humanidad.
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