Orce, localizado en el extremo nororiental de la provincia de Granada, se caracteriza en la actualidad por un paisaje abrupto dominado por barrancos y cañadas que habitualmente presentan secos sus lechos.
Sin embargo, cuando las precipitaciones caen de forma repentina y abundante, las aguas, cargadas de sedimentos, corren vertiginosamente por aquellos. En la zona, este fenómeno es denominado “nube”.
Por otra parte, Orce es bien conocido por albergar evidencias fundamentales para comprender el primer poblamiento humano de Europa. Entre ellas, un diente de leche humano y miles de útiles en piedra tallados por los primeros pobladores de dicho continente.
Aunque no tenemos estaciones meteorológicas pretéritas que nos permitan saber cómo era el clima de este pasado tan lejano, disponemos de diferentes indicadores a partir de los cuales interpretar las condiciones ambientales con las que lidiaron nuestros antepasados.
Anfibios y reptiles, dientes de los herbívoros y polen de las plantas nos informan de que el clima en Orce hace 1,5 millones de años era tipo mediterráneo. Eso sí, más lluvioso que en la actualidad y con inviernos más suaves.
No obstante, de lo que no se libraron aquellos hombres y mujeres fue del pertinaz estiaje. Julio y agosto eran tremendamente secos, aunque mitigados por la presencia de aguas subterráneas que formaban lujuriantes humedales.
Hoy día, los chaparrones torrenciales se concentran a finales de verano y otoño. Pero ¿cómo era cuando Orce estaba habitado por mamuts, hipopótamos, rinocerontes, tigres dientes de sable, hienas y lagartos sin patas?
Barranco León, edén con riesgo de inundaciones
Aunque tendemos a imaginar la vida de nuestros ancestros como una lucha sin cuartel contra los elementos, lo cierto es que conocían muy bien su entorno: aprovechaban al máximo lo que el terreno les brindaba y se protegían de sus peligros.
Barranco León disponía, en este sentido, de una posición privilegiada. Justo al lado de una laguna, donde abundaba el agua potable y el alimento, y no muy lejos de la sierra de la Umbría, rica en caliza y sílex, las materias primas usadas por los humanos para fabricar sus herramientas, y en lugares donde cobijarse.
De repente, las lluvias torrenciales
Las lluvias torrenciales, cuando se producen en las montañas, pueden provocar eventos llamados flash-flood. Es decir, inundaciones relámpago debidas a esas precipitaciones intensas y de corta duración que arrastran todo lo que encuentran a su paso.
Una de estas avenidas dejó su huella en Barranco León (Orce) hace 1,5 millones de años, trayendo consigo una buena cantidad de fragmentos de caliza y de sílex de la sierra de la Umbría, además de huesos de animales muertos previamente y que se habían depositado en las cercanías del yacimiento.
Así, Barranco León presenta mucha cantidad de material, pero, a la vez, resulta complejo de interpretar. Porque hay que desentrañar qué material vino arrastrado por la tormenta y cuál se depositó por las actividades humanas.
Para ello, recurrimos al trabajo interdisciplinar. El equipo de arqueología excava con rigor y detalle quirúrgico el yacimiento, el de geología interpreta su formación y la procedencia de los materiales que allí se encuentran, el de tecnología lítica tallada analiza el conjunto completo de piedras trabajadas por los humanos que allí vivieron y el de tafonomía se encarga de las señales presentes en los huesos de la rica fauna. Y lo más importante: todo el trabajo se comparte.
El resultado es que la mayor parte de las herramientas encontradas presentaban una apariencia muy “fresca”. Sus filos son vivos (aún podrían cortar), no hay apenas pulido (por la acción del agua) ni roturas naturales (debidas a los choques con otras rocas durante el transporte).
La crisis como oportunidad…
Las piedras traídas por las aguas desde la sierra de la Umbría formaron un pavimento parecido al que podemos observar en los cauces de muchos ríos y ramblas. Cuando tras la tormenta llegó la calma y las aguas retrocedieron, Barranco León se había transformado en una cantera, que pudo ser aprovechada y explotada por los humanos.
Se convirtió en un taller primigenio donde elaboraron múltiples herramientas, entre ellas los célebres esferoides de Orce, fundamentales para su subsistencia.
La presencia de fuentes de agua dulce provenientes del subsuelo, en el mismo entorno de la cantera, convirtió además a Barranco León en un abrevadero donde los herbívoros mitigaban su sed, pero donde también caerían presa de sus predadores. Algunos de ellos serían carroñeados por nuestros antepasados.
El enigma del diente de leche
¿Qué aconteció con el individuo que portaba el diente de leche? ¿Murió fruto de la inundación acaecida en Barranco León o formó parte del conjunto de fósiles que, estando depositado previamente en otro lugar, vino arramblado por la misma?
En el estudio de la prehistoria, es arriesgado afirmar con rotundidad, pero sí podemos proponer escenarios plausibles. En el caso de la niña o niño de Barranco León, lo primero que debemos tener en cuenta es que, si se trata de un diente de leche aislado, pudo haberlo perdido por caída natural del mismo y reemplazamiento por la muela permanente.
No obstante, la aparición de otro elemento fósil que pudiera pertenecer al mismo individuo abriría las puertas a una muerte in situ, siendo una causa posible la virulencia de las aguas. La incógnita sigue abierta.
Sea como fuere, hace un millón y medio de años en Orce podrían haber resonado los versos de la canción de Raimón titulada Al meu país la pluja:
Al meu país la pluja no sap ploure. O plou poc o plou massa. Si plou poc és la sequera. Si plou massa és la catàstrofe. (“En mi país la lluvia no sabe llover. O llueve poco o llueve demasiado. Si llueve poco es la sequía. Si llueve demasiado es la catástrofe”).
Autoría: Juan Manuel Jiménez Arenas, Profesor Titular del Departamento de Prehistoria y Arqueología / Instituto Universitario de la Paz y los Conflictos, Universidad de Granada
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.