Entre las especies que pierden, como el pangolín malayo (Manis javanica), la cacatúa fúnebre piquilarga (Zanda baudinii) o el tapir centroamericano (Tapirus bairdii), las probabilidades de que aparezcan como amenazadas en la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) se multiplican por 3,7. / Piekfrosch (GERMAN WIKIPEDIA)
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Autor
Miguel Ángel Criado

La fragmentación de la selva deja sin territorio a centenares de especies

La mitad de los bosques tienen a menos de 500 metros un paisaje modificado por los humanos.

El 20% de los bosques que quedan en la Tierra tienen alguno de sus bordes a menos de 100 metros. La mitad de las selvas tiene una carretera, prado o campo de cultivo a 500 metros de su centro y el 70% de la masa forestal linda con alguna modificación humana del paisaje a menos de un kilómetro. Tal fragmentación está alterando la vida y la viabilidad de los animales que viven en el bosque. A muchas especies les ha favorecido tanto cuarteamiento, pero a centenares de ellas las está llevando al borde de la extinción.

El análisis de la situación en 20 grandes paisajes antaño dominados por la selva y hoy salpicados de carreteras, fincas deforestadas por la industria maderera la ganadería o la agricultura muestra que la fragmentación en muchas selvitas y bosquecitos está alterando los ecosistemas forestales. El estudio, publicado en la revista Nature, cuantifica los cambios en abundancia de casi 1.700 especies de vertebrados. Aún quedando un buen porcentaje de arbolado, la fragmentación está reduciendo la riqueza de vida que queda en el interior del bosque.

"Alrededor de la mitad de las especies ganan con el cambio en el bosque, les sientan bien las lindes y evitan la profundidad del bosque, prefiriendo vivir cerca de sus bordes", dice el ecólogo del Imperial College de Londres y coautor del estudio Robert Ewers. "La otra mitad pierde, no le gustan los linderos y prefieren la espesura del bosque", añade.

Pero no hay empate. Aunque los investigadores han descubierto que el 46% de las especies afectadas por este efecto linde se han visto favorecidas, aumentando su abundancia, y un 39% perjudicadas, el balance neto está siendo negativo: entre las que ganan hay mucha especie oportunista e invasora, como el lobo (Canis lupus), la iguana verde (Iguana iguana) o la boa común (Boa constrictor). La biodiversidad en el borde se está reduciendo.

Entre las especies que pierden, como el pangolín malayo (Manis javanica), la cacatúa fúnebre piquilarga (Zanda baudinii) o el tapir centroamericano (Tapirus bairdii), las probabilidades de que aparezcan como amenazadas en la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) se multiplican por 3,7. Son animales que necesitan de un mínimo de selva para sobrevivir.

El aclarado y parcelado de los bosques no tiene el mismo impacto para una pequeña rana, que necesita humedad constante y para la que atravesar un camino de 3 metros es una odisea, que para un murciélago, al que la menor densidad de árboles puede facilitarle el vuelo. Los autores del estudio determinaron la sensibilidad al efecto linde analizando una serie de trazos de cada especie, desde su tamaño hasta su carácter ectotérmico, como reptiles y anfibios, o endotérmico, como aves y mamíferos. Identificaron así a 519 especies muy dependientes de la frondosidad del interior del bosque y más vulnerables cuanto más cerca del borde.

"Los bosques tropicales y los animales que cobijan están desapareciendo a un ritmo alarmante pero, para protegerlos, necesitamos saber con exactitud cómo es el impacto de la fragmentación del terreno sobre los animales que viven en él", comenta la investigadora de la Universidad de Newcastle (Reino Unido) y principal autora del estudio, Marion Pfeifer. "Es algo crítico para los centenares de especies que hemos identificado muy dependientes del interior intacto de las selvas. Son especies muy sensibles a los cambios en el hábitat y, por tanto, las que tienen mayores probabilidades de desaparecer en aquellos paisajes con una proporción de selva intacta más pequeña", añade esta especialista en paisajes tropicales modificados por la acción humana.

El estudio encuentra una distancia a partir de la que el efecto linde se va desvaneciendo. Las porciones de selva con algún borde más allá de los 400 metros aún aparecen como capaces de sostener una rica comunidad de vida en su interior. El problema es que aproximadamente la mitad del área global forestal tiene algún borde dentro de los primeros 500 metros. Como dice Adam Hadley, de la Universidad Estatal de Oregón (EE.UU.) y también coautor del estudio: "Quedan pocas zonas sin intrusiones en la selva. Igual deberíamos ir pensando en no poner carreteras en ellas, manteniéndolas lo más remotas posible. Ya no quedan muchas".

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