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Enrique Moles es una figura interesante para entender la introducción en España de los métodos de trabajo y enseñanza alemanes. Su influencia en este sentido fue determinante para el progreso y puesta al día de la ciencia química española. Sin duda entre sus méritos como docente está el haber sido el introductor en España de los estudios de química física, investigaciones en las que se inició en Leipzig trabajando con Philippe A. Guye, y que tan sólo abandonó cuando le fue impedida su vuelta al Instituto Nacional de Física y Química, tras la guerra civil.
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Influyente personalidad de la vida cortesana del último cuarto del XVIII, ejerció como primer profesor del Real Jardín de Madrid y dirigió, de facto, el proyecto expedicionario español por tierras americanas. Fue miembro de la práctica totalidad de las sociedades científicas europeas de su época.
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El físico Blas Cabrera jugó un papel determinante en el campo de las ciencias experimentales en la España del primer tercio del siglo XX. Su papel investigador como director de los mejores laboratorios que tuvo España en su época, sus conexiones internacionales de máximo nivel, y su trabajo como promotor de la institucionalización de la ciencia, todavía le dejaron tiempo para su veta de divulgador que se manifestó fundamentalmente a través de la Revista de Occidente y de la sala de conferencias y las publicaciones de la Residencia de Estudiantes. Blas Cabrera fue el introductor en España, junto a los matemáticos Josep María Plans y Esteban Terradas, de la teoría de la relatividad de Einstein. La asimilación de estas nuevas teorías (la especial y la general) le situó en la mejor de las condiciones para ser su anfitrión en Madrid, en el viaje que el sabio alemán realizó por España en el año 1923.
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Sin la figura de Julio Rey Pastor es difícil entender las mejoras que se incorporaron a la enseñanza de las matemáticas en España. Introdujo nuevos métodos docentes y tradujo, principalmente del alemán, trabajos y manuales que recogían las nuevas líneas de investigación iniciadas, principalmente en Europa, en los campos de la geometría y el análisis matemático. De su obsesión por mejorar la enseñanza de las matemáticas son prueba también los numerosos manuales que encontramos entre sus publicaciones. Su pasión por esta ciencia lo mostró como investigador, como impulsor de nuevos estudios y como creador de organismos e instituciones que potenciaron y favorecieron su desarrollo en España.
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El Tratado sobre el Régimen de la Salud es una de las obras más significativas de Maimónides, porque en ella se recoge un compendio de las recomendaciones más importantes que se deben seguir para mantener la salud y evitar las enfermedades. Recomienda que los que sufren enfermedades como la neurosis o la paranoia deben recurrir a la filosofía y a la ética. La primera enseña a adquirir y mejorar las virtudes y cualidades del alma, mientras que la segunda -que para Maimónides se basa en las leyes y enseñanzas de los profetas de la Biblia- ayuda a rectificarlas. La filosofía también es un buen instrumento para relativizar muchas de las situaciones de nuestra vida: no es recomendable alegrarse excesivamente cuando le llega al hombre una buena noticia, ni deprimirse cuando se recibe una mala. Se insiste también en que la influencia de la mente humana en el enfermo es un buen mecanismo que ayuda a recobrar la salud, por eso se recomienda fortalecer las facultades psíquicas del convaleciente con buenos olores y contándole historias alegres y divertidas, a ser posible acompañadas con música.
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Aunque su nombre solo sea hoy familiar para los especialistas en los mismos insectos en que él trabajo, saltamontes, grillos y otros afines, Ignacio Bolívar fue uno de los más renombrados científicos españoles de su época, con un prestigio solo inferior al de Cajal. No solo fue un especialista de fama internacional en su parcela zoológica, también sobresalió como un eficaz organizador de centros de investigación y persona muy influyente en lo que hoy llamaríamos la política científica de su tiempo. Bajo su dirección, el Museo de Ciencias Naturales recuperó el esplendor que había tenido en sus inicios. Por desgracia, sus últimos años los pasó exiliado en México, país en el que se refugió con su familia tras acabar la guerra civil en España.
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Antonio Gallego Fernández, "gran investigador, gran profesor y gran organizador", como bien dijera Pedro Laín Entralgo fue capaz de rescatar la memoria cajaliana y poner sus recursos humanos y metodológicos al servicio de la industria farmacéutica; y, también, de utilizar los medios de la empresa privada al servicio de la ciencia biomédica. A Antonio Gallego se debe la creación de un importante grupo de investigación dedicado a la farmacología y la micología industrial, entre cuyos principales resultados destaca el descubrimiento de la "fosfonomicina", el primer antibiótico aislado en España.
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Juan de la Cierva, ser humano excepcional. Desde su infancia, Juan de la Cierva dio muestras de ser un niño diferente a los demás y vivía completamente absorbido por los acontecimientos aéreos y su juventud se caracterizó por su permanente obsesión con la aeronáutica. En su etapa universitaria De la Cierva no obtuvo un expediente académico brillante-se graduó en el puesto 26º de su promoción- y su profesor de Mecánica le auguró que jamás dominaría esta materia.... El joven murciano tenía buena visión espacial, adoraba las Matemáticas y consideraba que cualquier ingeniero con una base matemática podría ser adiestrado como inventor.
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Médico activo en Sevilla, donde había nacido hacia 1508 y donde moriría ochenta años después, esta privilegiada situación le facilitó el acceso continuo a las informaciones traídas por quienes llegaban del otro lado del océano, además de permitirle participar directamente en el tráfico comercial y de mantener en su casa una colección de objetos y un jardín que se nutrían en buena parte de lo que llegaba de América. Su Historia medicinal de las cosas que se traen de nuestras Indias occidentales (1565-1574) es una de las obras de mayor impacto en la medicina europea de la época. Traducida a cinco idiomas y con casi medio centenar de ediciones, ofrecía al lector europeo credibilidad en una serie de nuevos remedios medicinales, fundándose en la experiencia práctica del autor y en su habilidad por explicar los usos y virtudes de los mismos desde las bases racionales del galenismo.
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Formado en la filosofía jansenista y defensor de las ideas newtonianas, desarrolló una producción botánica de excepcional calidad, en la que se manifiesta como seguidor de las teorías clasificatorias linneanas. Co-dirigió, desde 1799, los Anales de Historia Natural, una revista española estrictamente científica. Ocupó, en 1801, la dirección del Real Jardín de Madrid. En 1776 quedó vinculado a la Casa del Infantado, en la que ejerció como preceptor y desde la que vio favorecidos sus amplios contactos científicos internacionales y sus no menos importantes relaciones con la nobleza española.