-¿Podrías decirme qué es el sol? -El sol. -¿Y la luna, podrías? -Es la luna. -¿Y por qué llora Pedro inconsolable? -Porque en su vida no ha tenido suerte.
Quiero explicarte una cosa: ¿sabes por qué sopla el viento, y alza en blando movimiento recio oleaje en el mar? Madre, también me lo dijo el maestro el otro día; yo la causa no sabía, mas hoy la puedo explicar. El calor, dice el maestro, todos los cuerpos dilata, y el viento que se desata es efecto del calor. El aire, así dilatado, mueve otras capas, y en breve el airecillo más leve es huracán destructor.
Uno por uno es el hombre cualquiera como Dios manda y ese salvar las distancias que —mala cuenta— se cantan.
Dos por uno es la evidencia que en un dos por tres tendrás. Dos por cuatro, buen compás. Dos por cinco, la sorpresa del diez redondo y total. ¡Qué divino es, por humano, el sistema decimal!
Cero por cero es la luz Cero por uno, el problema (Pues con él yo creo el tú). Cero por dos, el amor. También cero, mas en ¡oh! (¡Oh!, que es un eco en yo.) Cero por tres...
Esfera ceñida de esferas que no pueden escapar de la esfera única.
Manos esféricas ciñéndose a unas piernas que se abrazan redondas, perfectísimas.
Si esta esfera que soy ya, que fui yo siempre, desgajara de sí un anillo y lo arrojara, se caería cogido por un extremo, prolongándose hasta pisar el polvo.
Ondularía siglos, y su música subiría por temblores a la esfera que le retiene siempre jamás, tan suyo.
En el cielo una luna se divierte. En el suelo dos bueyes van cansados. En el borde del río nace el musgo. En el pozo hay tres peces condenados. En el seco sendero hay cuatro olivos, en el peral pequeño, cinco pájaros, seis ovejas en el redil del pobre, —en su zurrón duermen siete pecados— Ocho meses tarda en nacer el trigo, nueve días tan solo el cucaracho; diez estrellas cuento junto al chopo. Once años tenía, doce meses hace que te espero, por este paraguas trece duros pago.