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Cuando la línea nace
apenas es un punto
que a este mundo viniera
con vocación de mundo.
Con vocación de mundo,
quiero decir: de vida.
Gestándose en sí mismo,
el punto se hace línea.
El punto se hace línea
y no acervo de puntos.
Por no ser masa informe,
a línea es masa-surco.
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Por último ya, dado que a los seres se les ha establecido
según su especie un límite del crecimiento y de la conservación
de su vida y puesto que está prescrito por las leyes de la
naturaleza qué puede cada uno, qué no puede a su vez, y
nada se modifica, muy al contrario todo permanece constante
hasta tal punto que los variopintos pájaros muestran todos
en sucesión que en su cuerpo se encuentran las manchas
de su especie, también deben tener sin duda un cuerpo
de materia inmutable. Pues si los primeros elementos de las cosas
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Sobrinos, dadme los brazos
y creed, pues que leales
a mi precepto amoroso
venís con afectos tales,
que a nadie deje quejoso
y los dos quedéis iguales:
y así, cuando me confieso
rendido al prolijo peso,
sólo os pido en la ocasión
silencio, que admiración
ha de pedirla el suceso.
Ya sabéis -estadme atentos,
amados sobrinos míos,
corte ilustre de Polonia,
vasallos, deudos y amigos-,
ya sabéis que yo en el mundo
por mi ciencia he merecido
el sobrenombre de docto,
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La gota /
el motor chorreando agotado salvado
abrasado de funcionar mantiene caliente su alrededor
a punto de hervir /
la brisa respirada no logra mitigarlo (el hervor)
iniciando la cadena de dispositivos lamentándose
en un ritmo tronador arriba-abajo
&nb
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Olvidan / que la poesía contemporánea /
es una
lucha por respirar
&nb
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Nosotros desapareceremos y las cosas-cosas subsistirán.
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Bosques de algas y hongos en cada piedra. Galaxias invisibles al ojo
humano en un milímetro de musgo. Mares poblados de zoologías
insondables en la gota que tiembla sobre la hoja. Antigua idea de
un macrouniverso donde nuestros planetas son moléculas. Para él
nuestra historia y nuestro sufrimiento se vuelven tan importantes
como para nosotros las guerras, plagas, invasiones y cataclismos que
ocurren entre los infusorios.
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Un cielo más real, el micro-cielo de las partículas atómicas
más infinito que el que con sus estrellas visibles abre los ojos
del barato asombro, descubre a Juan y a Pedro, y a ti, y a
mí, y a cualquiera, la verdadera maravilla.
Juan-Pedro y Pedro-Juan se creen tan diferentes, personales,
como el imán dorado, como la luna negra,
como el enjambre-nadie polar y radiante,
y es como, rauda,
la historia sin historia de un pequeño mesón lambda.
Juan-Pedro y Pedro-Juan, Pedro-Pedro y Juan-Juan
proyectan sus cargas de electrones contrarios,
y el isomero r
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En un universo ciego y gigante
con un billón de años luz
de extremo a extremo,
con un billón de galaxias
y miles de millones de estrellas cada una,
a veces, de noche,
me pregunto mirando al cielo:
Dios mío ¿qué hago yo aquí?
¿Cuál es la realidad, pregunto?
¿Dónde empieza y dónde acaba?
¿Es el hombre lo real?
Y si además resulta que se expande
a la velocidad de la luz,
y resulta que yo me encojo con la edad,
Dios mío ¿qué va a ser de mí?
¿Adónde van a llegar mis relaciones con el universo?
Entonces, pienso como un junco pensante.
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Que la luz es una brizna a la deriva
en un erial eterno de tinieblas;
que la densidad del vacío rivaliza
con la terca oquedad del mundo:
que el contenido del silencio sobrepasa
a la sonoridad del mayor ruido:
y que la vida se queda en capítulo
de los anales de la inercia,
es cierto.
Pero esta noche,
tú y yo, aquí
y ahora, hambrientos
y desnudos,
plenos en la fugacidad
y soberanos
de nue