Requiem de las esferas iii
Pase el poema ahora sobre todas las páginas
de anaqueles sin fin que Borges entreviera,
para llegar al punto en que el oscuro polvo
en cadenas se engarza con hilos de vacío.
y a esta cuerda vibrante un nombre le otorgamos,
y otro a esa otra, y a todas sus escalas
de entrelazados nudos también les damos nombre.
Y cada escala de Jacob perfecta
otra cosa no es sino el peldaño
de otra escala más curva, más compleja
que se eleva y retuerce conformando
otro peldaño para el más firme pie
-aquel en cuyo extremo imperceptible
se originó el anhelo de tanta construcción
y juego palpitante.
Y millones de páginas más tarde,
las esferas colgantes en la noche
un hombre sopesó, tras escuchar los golpes
de sonoros martillos en la fragua,
y ensoñó el monocordio,
las casas del Zodiaco,
el reloj exactísimo de agua,
los nombres de los dioses
y el son escalonado de los mundos numéricos
del uno al nueve, y sus combinaciones
sin números impuros en la mente ordenada,
pese al caso del cero, inexplicable.
Alto -la voz ordena -, es necesario
dejar a un lado los doce últimos versos,
pausar el canto, entrecerrar los ojos,
avanzar hacia atrás.