Fecha
Autor
Pasolini, Pier Paolo; traducción de Torrell, J., Giménez Merino, A. y Capella, Juan-Ramón. Trotta. Madrid, 2010. (<i>Lettere luterane</i>, 1976.) 192 páginas.

Cartas luteranas.

IMPOETICIDAD DE PASOLINI<br> Reseña realizada por Antonio Lastra<br> Universidad de Valencia

En el último de los escritos reunidos en las Cartas luteranas -la 'Intervención en el Congreso del Partido Radical', que fue leída en su nombre dos días después de su asesinato-, Pasolini menciona a Wittgenstein en dos ocasiones. "Estoy aquí", escribió Pasolini en la introducción a su discurso, "con esa pizca de voluntad e irracionalidad, y acaso arbitrariedad, que permite desplazar la realidad -tal vez con un ojo puesto en Wittgenstein- para razonar libremente sobre ella", y, en el párrafo cuarto, añadía: "La lucha de clases ha sido hasta ahora también una lucha por la primacía de una forma distinta (por citar de nuevo a Wittgenstein, antropólogo potencial), es decir, de otra cultura" (pp. 169, 173).

Probablemente no quede un solo lugar de la heterogénea obra de Pasolini que no haya sido objeto de estudio e interpretación y, en los apartados dedicados a su peculiar recepción de la semiótica o a la teoría de la cultura, se encontrará, sin duda, una explicación para esas dos menciones esotéricas tanto textualmente como en su contexto. (En otra parte, Pasolini diría que su cine, en cuanto investigación lingüística, era una experiencia filosófica.). Sin embargo, aun dirigiéndose a los "continuamente irreconocibles.., impertérritos, obstinados, eternamente contrarios" miembros del Partido Radical, dispuestos a seguir "pretendiendo, queriendo, [identificándose] con lo diverso, escandalizando y blasfemando" -todo lo cual podría decirse del propio Pasolini-, las dos alusiones a Wittgenstein contribuyen a desplazar la realidad y a situar al lector de Pasolini en el terreno de la potencia. El desplazamiento de la realidad y la antropología potencial nos ayudan ahora razonar libremente sobre Pasolini, a evitar tanto la sensación de que su obra haya quedado anticuada o conserve sólo un valor documental como la angustia de que se hayan cumplido sus pronósticos. Resistir la tentación metafísica no es una tarea mayor que resistir la tentación ontológica. Las claves de las Cartas luteranas, en cierto modo póstumas más allá de la circunstancia de la muerte de Pasolini -el ejercicio imperturbable de la razón (p. 13), la fuerza de la crítica total (p. 31), la corrección de las monstruosidades lingüísticas de los hombres de poder (p. 34), la falta de precedentes terminológicos (p. 56), la obediencia a leyes futuras y mejores (p. 79), la mutación antropológica (pp. 83, 160, 174-175), el recuerdo de la piedad (p. 154), la abolición de la enseñanza secundaria obligatoria y de la televisión (pp. 154, 157)- se proyectan sobre nuestra época sin que pueda decirse que sean utópicas ni rememorativas. El consejo de Pasolini al dirigente radical Marco Pannella: "Debes poner al día semánticamente el lenguaje que usas" (p. 76), es, en efecto, afín a la tarea wittgensteniana de devolver a las palabras su empleo cotidiano, lo que implica que ningún presente pueda apropiarse exclusivamente de ellas. Con esta perspectiva, ni siquiera el consumismo, a pesar de lo que Pasolini temía, podría crear relaciones sociales "inmodificables". El mundo de lectores de Pasolini se trasciende a sí mismo: después del comunismo, después de la Democracia Cristiana, después de todo cuanto Pasolini consideró retrospectivo, incluso después de lo que tuvo que parecerle por fuerza prospectivo -los radicales, desde luego, que se han apresurado a conformarse también con el estado de cosas existente- y no lo era, tampoco la relación del lector con Pasolini es inmodificable. Podríamos decir que sus lectores han de ser más maduros, por una parte, y más ingenuos por otra, y que ésa era la verdadera finalidad de su pedagogía.

Cartas luteranas se compone de varios textos: 'Los jóvenes infelices', que constituye una especie de proemio al libro y cuyo motivo principal -la transmisión de la culpa de una generación a otra- trataría de contrarrestar 'Gennariello', donde Pasolini se presenta a sí mismo como el atopían ánthropon socrático, y las 'Cartas luteranas' propiamente dichas, que comienzan con la célebre 'Abjuración de la Trilogía de la vida' y el anuncio de Salò, de la adaptación a un presente "implacable, sin alternativas". (El libro termina con unas 'Apostillas en versos' en las que Pasolini prioriza los deberes sobre los derechos.) Los asesinos de Pasolini truncaron, sin saberlo, esa adaptación y lo convirtieron en un inconformista perpetuo: no sabremos nunca hasta qué punto Pasolini habría aceptado lo inaceptable. El poeta que había empezado a olvidar cómo eran antes las cosas, el poeta de las cenizas y de las cosas, el enemigo jurado de la desdramatización de la existencia, es ahora un ejemplo -en muchos aspectos único- de fidelidad a la mimesis perfecta, de lo que, con una palabra que iguala el pensamiento con la vida, llamó impoeticità. Las Cartas luteranas son todo lo impoéticas que exige la actualidad de su lectura.

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