Vista del Mar Negro / NASA
Fecha
Autor
Malen Ruiz de Elvira

Barcos romanos permanecen intactos en el fondo del Mar Negro

La última campaña de estudio de naufragios a 2.000 metros de profundidad marca una nueva frontera en la arqueología robótica.

Dos mil años y dos mil metros son muchos años y muchos metros. Barcos de la época romana de esa antigüedad y a esa profundidad en el fondo del Mar Negro tienen todavía el mástil enhiesto y casi intacta su carga de ánforas y otros productos. Forman parte de los hallazgos de la tercera campaña anual del proyecto Black Sea MAP de arqueología marina en la costa de Bulgaria, que acaba de terminar. El objetivo es cartografiar estos paisajes submarinos únicos y desconocidos y saber mucho más sobre el tráfico marítimo en aquella época, cotejándolo con los dibujos y textos antiguos.

El mar Negro es, junto al mar Báltico, un lugar muy favorable para la conservación del material orgánico, y sus aguas pobres en oxígeno y oscuras han permitido conservar intactos los naufragios de barcos de madera a lo largo de la historia. Como el mar Negro tiene una historia marítima más rica que el Báltico, se ha convertido en objetivo preferente de los arqueólogos. Su nivel ha subido considerablemente desde el final de la última era glacial, explican los responsables del programa, y se pueden hallar vestigios de la línea de costa a más de 100 metros de profundidad. Probablemente son miles los pecios existentes, desde la época griega hace 2.500 años, pero también aumenta el interés por el estudio de las antiguas poblaciones costeras, ahora sumergidas.

El proyecto Black Sea MAP está financiado por la Fundación Expedition and Education y tiene interesantes aspectos educativos, ya que los científicos proporcionan material sobre lo descubierto para las escuelas y los estudiantes pueden participar en las expediciones. Universidades de Europa y Estados Unidos, además de varias instituciones búlgaras, hacen el trabajo arqueológico científico, en el que las herramientas tecnológicas son imprescindibles.

Los avances se suceden en conseguir cartografiar el fondo del mar y realizar modelos en tres dimensiones de los pecios, con técnicas de fotogrametría a las que se añade la batimetría por láser y el omnipresente GPS. Todo esto, a 2.000 metros de profundidad, solo se puede obtener con vehículos robóticos de control remoto (ROV) que cada vez llevan más instrumentos. En el caso de este proyecto en el Mar Negro, la empresas nórdicas MMT y Reach Subsea han proporcionado dos barcos equipados con ROV de última generación que llevan, entre otros instrumentos, sónar, cámaras de vídeo y fotográficas, y láser.

Estas herramientas se han desarrollado sobre todo para la industria petrolera y no la arqueología, pero se están aprovechando a fondo para la investigación. Teniendo la posibilidad de construir, muy pocas horas después de tomar las imágenes y medidas, un modelo a escala de un naufragio en una impresora en 3D en el mismo barco oceanográfico que lleva el ROV, los arqueólogos pueden decidir lo que hacer en cada caso para documentar totalmente el pecio.

En los dos últimos años, el proyecto ha recorrido 2.600 kilómetros a lo largo de la costa y descubierto más de 60 pecios, informa MMT. Se han extraído 50 muestras de sedimentos y se han observado muchas ánforas intactas que contienen vino, aceite y aceitunas. Algunas de ellas se han sacado del mar para su estudio, todo ello con robots.

En una disciplina en continuo avance, validar estas técnicas es importante. Arqueólogos submarinos italianos presentan datos en la revista Journal of Cultural Heritage, que confirman, en su opinión, el potencial de los estudios en tres dimensiones para documentar los pecios. La fotogrametría multiimagen es la técnica principal e innovadora utilizada, pero debe ser complementada con una red topográfica de alta precisión, indican Carlo Beltrame y Elisa Costa, que han participado en el estudio de varios naufragios en aguas someras de Sicilia y Croacia. En uno del siglo II la carga eran grandes bloques de mármol. Otro, del siglo X, llevaba una carga de ánforas de vino de formas variadas y objetos de cristal de Constantinopla. En casi todos los casos, después de documentar totalmente los restos, se extraen algunos objetos para su estudio completo y exhibición posterior en su caso.

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