Fecha
Autor
Francisco Anguita (Universidad Complutense)

El volcán del glaciar Eyjafjalla: causas y efectos

Si tecleamos en Google las palabras Eyjafjallajökull, Islandia [mapas, satélite] tendremos a la vista una excelente explicación gráfica de las causas de la erupción que ha traído de cabeza a medio mundo durante el pasado mes de abril. Este glaciar (en islandés, <em>jökull</em>), el más meridional de la isla, es una pequeña mancha blanca cercana a la costa sur. Si nos movemos un poco hacia el nordeste podremos apreciar un notable conjunto de fallas dirigidas hacia el suroeste, y cuya prolongación pasa exactamente por debajo del glaciar. En cambio, si navegamos hacia el Atlántico, nos encontraremos con un pequeño archipiélago que llena páginas en todos los manuales de Vulcanología: las Islas Vestmann, donde en 1973 los vulcanólogos islandeses libraron con éxito una dura batalla contra la lava que amenazaba con cegar la entrada al mayor puerto pesquero del país. Esta erupción histórica y la actual están aprovechando por tanto el mismo sistema de fallas.
Un caso de libro, por tanto, de asociación entre fallas y volcanes: el agrietamiento de la corteza hará descender la presión en las zonas superiores del gran penacho de material caliente que, desde al menos 500 kilómetros de profundidad, yace debajo de la isla. La descompresión facilitará la fusión de parte de la roca caliente, que invadirá, ya como magma, una serie de conductos someros, la cámara magmática. Cuando la presión en ésta supere el peso del edificio volcánico, los telediarios de todo el mundo anunciarán el comienzo de una nueva erupción volcánica. Al producirse ésta bajo un glaciar, la fusión del hielo causa inundaciones, y su sublimación carga con más gases la columna eruptiva, aumentando la explosividad del fenómeno.


NASA

Hasta aquí, ninguna novedad: buena parte de los volcanes islandeses (y algún otro de infausta memoria, como el Nevado del Ruiz en Colombia) están cubiertos por hielo, y siguen esta pauta eruptiva.

Por supuesto que esta explicación deja cosas en el aire: ¿Cómo se generaron las fallas? ¿Cuál es el origen del penacho térmico?

Para responderlas nos tendríamos que remitir a la tectónica de placas, el marco general explicativo de la dinámica terrestre; pero de eso ya se ha hablado bastante (en concreto, es casi lo único que saben de Geología los estudiantes de Secundaria).


Creo que será más interesante darle algunas vueltas al motivo por el cual este volcán se ha hecho tan famoso, y también a las muchas cosas que se han oído y leído estos días sobre las erupciones volcánicas y sus repercusiones; éstas son al fin y al cabo las causas por las cuales me han encargado que escriba este artículo.

¿Cómo se generaron las fallas? ¿Cuál es el origen del penacho térmico?

Más de veinte países con su tráfico aéreo colapsado, cientos de miles de pasajeros varados en tierra, un brusco descenso de las acciones de las líneas aéreas, los economistas advirtiendo de que de alargarse el fenómeno el comercio internacional podría estar amenazado... los desastres naturales pueden ser terribles, pero en general ocurren en lugares remotos. Éste ha golpeado en el corazón de la economía mundial, y los científicos se han visto acosados a preguntas que sólo pueden contestar de forma aproximada: la primera de todas, cuánto va a durar esto. Después, si otros volcanes cercanos podrían contagiarse, si las medidas de precaución no fueron excesivas, o qué repercusiones podría tener la erupción en el Cambio Climático Global, y hasta si es cierto que otra erupción en Islandia fue la causa de la Revolución Francesa...

En cierto sentido, los estudiosos de la Tierra nos congratulamos de que de vez en cuando se haga tanto caso del planeta; en otro, parece triste que esto sólo suceda cuando es la economía la que resulta tocada. Pero en todo caso esas preguntas pueden dar pie a reflexiones interesantes.

"La NASA advierte que la erupción volcánica en Islandia podría ser el preludio de otra mucho más grave". Esta noticia, fechada el 18 de abril, alertaba de la posibilidad de que el cercano volcán Katla, de mayor envergadura que el Eyjafjalla, entrase también erupción. Una nueva visita a nuestro mapa de satélite nos permitirá evaluar por nuestra cuenta esta alarmante posibilidad. Katla es también un edificio volcánico subglacial (bajo el glaciar Mýrdalsjökull, bastante mayor que el Eyjafjalla, del cual dista sólo unas decenas de kilómetros), está alimentado por el mismo sistema de fallas, y en algunos casos sus erupciones han seguido a las de su hermano menor, así que se especula que podrían compartir el mismo sistema de suministro de magma.

Como el ritmo medio de sus erupciones es de 80 años, parece que su cámara tarda este tiempo en llenarse; y ya debería de estar lista, puesto que su última erupción fue en 1918. Sin embargo, aquélla no fue precedida por una del Eyjafjalla. En todo caso, los avezados (y vigilantes) vulcanólogos islandeses no han advertido precursores de erupción, ni tampoco en realidad los geólogos de la NASA, que se han limitado a presumir de que su satélite EO-1 lo tiene todo controlado.

Los científicos se han visto acosados a preguntas que sólo pueden contestar de forma aproximada

¿Hubo un exceso de precaución al clausurar esos miles de vuelos? Un centro de asesoramiento especial del Servicio Meteorológico británico predijo la evolución de la nube de cenizas con un modelo informático puesto a punto en 1986 para evaluar el comportamiento de la nube radiactiva emitida en el accidente nuclear de Chernobyl. Las partículas volcánicas se movieron como predecía el modelo, pero aun así la IATA (International Air Transport Association) se quejó: "Debemos tomar decisiones basándonos en lo que ocurra en el cielo, no en modelos teóricos". A ello respondieron los meteorólogos que, cuando propusieron que los aparatos comerciales incorporasen sistemas para evaluar en términos reales el efecto de las cenizas volcánicas en los aviones, tanto los fabricantes como las compañías los rechazaron, argumentando que era una inversión de dudoso rendimiento. Ahora, la Organización Internacional de Aviación Civil va a crear un equipo interdisciplinar de ingenieros y meteorólogos para volver a estudiar la propuesta: los miles de millones de dólares perdidos son la evidente causa de este cambio de actitud.

Respecto a la influencia de esta erupción en la evolución del clima, se ha leído un poco de todo. En principio, las erupciones explosivas refrigeran la atmósfera, ya que, mientras se mantienen en suspensión en ella, las partículas de ceniza bloquean la radiación solar. Este efecto de parasol es especialmente importante cuando los volcanes emiten gases azufrosos, que se combinan con el vapor de agua atmosférico formando aerosoles de ácido sulfúrico, que perduran meses en el aire. Sin embargo, a la escala del millón de años los volcanes calientan los planetas, ya que (como bien sabía El Pequeño Príncipe) son las chimeneas por las cuales los gases (muchos de ellos efectivos agentes de invernadero) salen al exterior.

A la escala del millón de años los volcanes calientan los planetas

Otras opiniones recientes sobre volcanes y clima parecen delatar una cierta fiebre por conectar hechos inconexos. Así, he leído que la progresiva fusión de los glaciares puede rebajar la presión en las cámaras magmáticas de los volcanes subglaciales, favoreciendo las erupciones. No me parece un mecanismo creíble: una cámara volcánica funciona como un estómago, lo que significa que las erupciones no se producirán, con o sin hielo encima, hasta que la cámara no esté repleta, y esto dependerá del volumen de magma aportado. Por otra parte, éste sería en todo caso un mecanismo válido solamente para los volcanes islandeses, ya que el volumen de hielo existente sobre los andinos es minúsculo, capaz de producir mortíferas avalanchas de barro pero ni de lejos suficiente para, con su fusión, provocar erupciones.

Por último, la Revolución Francesa. Lo han dicho los periódicos, y un colega islandés se lo contó muy ufano a mi cardiólogo: fue la erupción del Laki (otro volcán que se alimenta del mismo sistema de fallas que el Eyjafjalla y el Katla), en 1783, la que contribuyó, al provocar una hambruna en Francia, a la caída de Luis XVI seis años después. La verdad es que aquella erupción fue terrible, ya que sus gases, muy sulfurosos, envenenaron los pastos de toda Islandia, diezmando el ganado y cercenando así el principal medio de subsistencia de los isleños, miles de los cuales perecieron de hambre en los meses sucesivos. Pero el Laki no emitió grandes columnas eruptivas, por lo que sus efectos en Francia, si se dieron, fueron necesariamente mínimos. Por otra parte, el pueblo francés (el europeo, en general) llevaba siglos de hambre crónica, así que será mejor seguir pensando en los argumentos tradicionales: la influencia de la Ilustración, especialmente aguda en Francia por la acción de los enciclopedistas, el ascenso de la burguesía... y la pésima fama de un rey débil y de una reina extranjera y terriblemente derrochadora (Madame Déficit).

Si queremos buscar una causa adicional no sociológica en la caída de la monarquía francesa, opino que deberíamos mirar hacia la Pequeña Edad de Hielo que azotó a Europa durante más de cinco siglos (1300-1850), que tuvo un mínimo térmico hacia 1770 y que se bastó, ella sola, para hacer morir de hambre a decenas de miles de campesinos. Un recordatorio de que la vida en el planeta siempre ha estado a merced de los fenómenos naturales, entre los que el clima (a veces, pero no siempre, influido por las erupciones volcánicas) ocupa un lugar de privilegio; así fue en el pasado y así, según todos los indicios, seguirá siendo en el futuro.

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