PEQUEÑAS DEMOCRACIAS<br>
Reseña realizada por Antonio Lastra<br>
Universidad de Valencia
Martha C. Nussbaum no necesita presentación: la rapidez con la que se ha traducido este "manifiesto", como la propia autora califica a su libro (p. 161), habla de una fama que le precede y del prestigio que le otorga haber "cultivado la humanidad" y delimitado aspectos ineludibles de la convivencia como "la fragilidad del bien", "el ocultamiento de lo humano", "el conocimiento del amor" o "la terapia del deseo". Su formación es clásica o humanista, pero ha sabido darle a los estudios clásicos o humanidades una impronta contemporánea: sus estudios sobre el De Anima aristotélico o la República de Platón son tanto una muestra de erudición como de sensibilidad. Por su profunda aspiración a equiparar el sexo y las cuestiones de género con la justicia social, Nussbaum se ha convertido en una referencia para el pensamiento feminista. En colaboración con el economista y Premio Nobel Amartya Sen, por otra parte, ha definido el concepto de "calidad de vida", que incluye una amplia experiencia sobre el terreno de la pobreza. Su conversión al judaísmo ha discurrido en paralelo a sus estudios sobre la ética helenística o a su defensa de la libertad de conciencia. Todo, en la biografía y en la bibliografía de Nussbaum, apunta hacia una tradición cosmopolita. En muchos sentidos, sus libros son una fuente de enseñanzas y una bendición para el lector.
Sin fines de lucro no habría de ser una excepción. Dividido en siete capítulos, examina fundamentalmente la diferencia entre una educación orientada hacia la "renta" o el "lucro" (profit) y una educación orientada hacia la democracia. En la medida en que se trata de un manifiesto y no de un "estudio empírico", la argumentación es esquemática y encuentra sus interlocutores en una serie de pedagogos que va de Sócrates a Dewey, pasando por Rousseau, Froebel, Pestalozzi, Alcott, Horace Mann y Tagore. De hecho, los ejemplos tomados de las reformas educativas en Estados Unidos e India resultan claves. Profesora en la Universidad de Chicago donde Dewey implantó su Laboratory School y conocedora de primera mano de los métodos de enseñanza de Tagore, Nussbaum los convierte en Erzieheren de la democracia.
La palabra alemana no aparece en el libro de Nussbaum y la aduzco deliberadamente para tratar de explicar por qué, a pesar de estar de acuerdo en lo esencial con la autora, la sensación que tengo tras la lectura es la de cierta decepción. Esa decepción, en parte, tiene que ver con el carácter literario de cualquier manifiesto, en el que la urgencia se sobrepone a la precisión. Ni "democracia" ni "humanidades" reciben, en este caso, una significación suficiente. Que Sin fines de lucro no sea un estudio empírico no exime a la autora, por otra parte, de cierto rigor histórico: cuando Humboldt se propuso reformar el sistema educativo prusiano, al que difícilmente podríamos considerar "democrático", no tuvo dificultad en introducir los planteamientos pedagógicos de Pestalozzi en el currículum, y desde luego nadie podría objetar que la interpretatio graeca que Humboldt le dio a la enseñanza universitaria no fuera eminentemente humanística. Nietzsche se hacía eco de un perdurable malestar cuando llamó a Schopenhauer Erzieher y separó la filosofía de toda institución dedicada a la transmisión del conocimiento. "El problema de Sócrates", si seguimos con Nietzsche, condiciona por otra parte el corazón mismo de lo que Nussbaum fomenta como "pedagogía socrática": el análisis de la democracia ateniense que condenó a muerte al filósofo es mucho más complejo de lo que supone Nussbaum (p. 75 y ss.). Lo es también en el caso de la India, como han puesto de relieve los Subaltern Studies, que podrían reivindicar para sí la tradición pedagógica gramsciana.
Tal vez 'La educación democrática contra las cuerdas' (cap. 7) no sea más que un conflicto de elites y procedimientos ideológicos. Algo de eso se trasluce en la crítica de Nussbaum a la administración del presidente Obama (pp. 180-183). Hobbes, entre otros autores modernos, advirtió que el estudio de los clásicos era peligroso para el nuevo Leviatán, y es un hecho que la decadencia del paradigma de las humanidades es una consecuencia del proceso de descolonización y fragmentación de los imperios. Las humanidades no se reducen solo a los antiguos, desde luego, pero, en un mundo globalizado, el temor es el de que las democracias no crezcan en la debida proporción y se conviertan en "pequeñas democracias", como las Little Women alcottianas...