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Salustiano del Campo Urbano (Universidad Complutense de Madrid)

Salustiano del Campo Urbano. Premio de Investigación "Julián Marías"

Mi vida profesional ha sido lineal y simple y apenas presenta sorpresas: 44 años como catedrático en activo, 30 años como académico numerario, 27 libros propios y 24 dirigidos, 64 tesis doctorales dirigidas.
Como no dispongo de tiempo suficiente para extenderme sobre los detalles de estos enunciados, aprovecharé el que tengo para referirme con el mayor agradecimiento a algunas de las personas, al margen de mi familia, con las que he trabajado y aprendido y con las que mantuve en su tiempo una excelente relación. Mis maestros en la Universidad de Madrid fueron D. Francisco Javier Conde, Catedrático de la Facultad de Derecho y Director del Instituto de Estudios Políticos, desde 1948 a 1956; D. Luis Díez del Corral, Catedrático de la Facultad de Ciencias Políticas y Económicas y más tarde presidente de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas; y D. Enrique Gómez Arboleya, Catedrático de Sociología, entre 1954 y 1959. De mis maestros en Estados Unidos vive y trabaja todavía con más de 90 años el Profesor Donald Bogue. Y debo también incluir en este capítulo a D. Manuel Fraga Iribarne, fundador del Instituto de Opinión Pública, de cuyo proyecto fui autor y primer director.

Considero que el tiempo que me ha tocado vivir ha sido excepcional en España

En la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas ejercí la secretaría desde 1984 hasta 2003. En 1954 fui miembro de la División de Población del Secretariado de Naciones Unidas y he sido Profesor visitante en siete universidades: seis americanas y una europea. He pronunciado conferencias en múltiples universidades y centros culturales de Europa y América, habiendo publicado hasta ahora, además de 239 artículos en revistas españolas y extranjeras de mi especialidad y culturales, 27 libros propios y 24 coordinados, como ya dije.

Especial consideración merecen para mí las 64 tesis doctorales que he dirigido y la excelente calificación de sus autores, empezando por la de Julio Busquets en los años 60. Entre estos 64 doctorados se incluye alrededor de un 25% de los actuales catedráticos y profesores titulares de Sociología de las Universidades españolas.

II

En este recuento hay algo que no deseo olvidar. Se trata de Madrid. Estoy vinculado a la ciudad por residencia desde 1948, ya casi una vida, y tengo conciencia de lo que me habría perdido si no hubiera sido así.

Ha mejorado mucho desde que vine, pero además conserva sus mejores cualidades. No es una ciudad impersonal más. Entre sus recuerdos Madrid me ofrece hoy esta gran oportunidad del Premio Julián Marías, el importante filósofo español de la democracia. Estoy muy agradecido a la Comunidad de Madrid y a su Presidenta, la Excma. Sra. Esperanza Aguirre, símbolo de su renovación y garantía para su futuro.

III

Y para terminar me gustaría añadir que considero que el tiempo que me ha tocado vivir ha sido excepcional en España. Primero, porque hemos dejado de ser una sociedad tradicional agraria y hemos pasado a serlo industrial avanzada. Segundo, porque hemos superado el analfabetismo y disfrutamos ya de un buen nivel medio educativo. Tercero, porque nuestras condiciones personales han mejorado por encima de lo que podíamos esperar: aumento de la esperanza media de vida, progresos en la salud de la población y cambio de sociedad rural a urbana, son algunos ejemplos. Nuestra transformación política no se queda atrás. Nací dos meses antes de la IIª República y vine de la periferia a Madrid en 1948 cuando estábamos internacionalmente aislados, pero a partir de la década de los cincuenta los españoles nos fuimos incorporando a la nueva organización de la vida internacional y desarrollándonos económicamente y, a partir de 1975, nos convertimos en una democracia próspera y moderna.

Obviamente, todo lo anterior exigía que abandonáramos nuestra actitud pesimista y nuestra propensión al cainismo. Partimos de la convicción de que no éramos excepcionales en sentido peyorativo y de que tampoco era verdad que nuestro sino consistiera en atacarnos los unos a los otros. Como sociólogo me siento orgulloso de lo conseguido y feliz por haberlo presenciado y estudiado.

El paso adelante se dio mediante la transición política en la cual -para decirlo con pocas palabras- intervinimos todos para lograr la reconciliación y quienes la pilotaron superaron todas las expectativas. Ahora, más de treinta años después, se está removiendo este terreno firme y cuestionando lo que muchos creíamos definitivamente asentado. En cierto modo, y a diferencia de lo que pasó antes, los españoles democráticos estamos quedando por debajo de lo que cabría esperar. Nos amenaza una vuelta a las andadas que en nada nos beneficia y que empeoraría la calidad de nuestra democracia. Y valga como prueba de mi disgusto la reiteración del aviso.

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