UNA INTERESANTE REFLEXIÓN SOBRE EL PAPEL DE LAS INSTITUCIONES Y DE LOS VALORES COMUNITARIOS EN LAS SOCIEDADES AVANZADAS<br>
Reseña realizada por Juan Quereda Sabater<br>
Dirección General de Universidades e Investigación<br>Comunidad de Madrid
¿Qué tienen en común los comportamientos de un periodista que se inventa las palabras de sus fuentes, el de un deportista que da prioridad a su lucimiento personal al resultado de su equipo y el de un asesor financiero de aconseja a sus clientes adquirir productos que su propia entidad evalúa negativamente?
Hugh Heclo, profesor de Ciencia Política y uno de los politólogos norteamericanos más interesantes de las últimas décadas (especialmente por sus estudios sobre el funcionamiento de las administraciones británicas y de los EE.UU., sobre la génesis y evolución de las políticas sociales y, en los últimos años, sobre el impacto de la religión en la política) comienza su libro "Pensando institucionalmente" reflexionando sobre cuáles son sus rasgos comunes: se guían por el enriquecimiento a corto plazo, privilegian la apariencia sobre la sustancia y ,sobre todo y cómo explicación a todo lo anterior, ignoran por completo el fin último de las instituciones en las que se integran.
Se trata de comportamientos, en opinión de Hugh Heclo, cada vez más frecuentes, hasta el punto de que se ha convertido en el modo paradigmático de actuación contemporánea.
Heclo cree que la devaluación del prestigio de las instituciones tanto públicas y privadas se debe, en primer lugar, a la desconfianza generada por décadas de comportamiento anti-institucional de las élites. Aporta para ilustrar esta afirmación un breve pero denso catalogo de escándalos de corrupción y nepotismo en las administraciones y empresas norteamericanas en los últimos 20 años. La implantación de la mercadotecnia como estrategia de comunicación de las instituciones también ha llevado a la ciudadanía a reaccionar con escepticismo, cuando no con cinismo, a los mensajes institucionales. Tienden a pesar, con frecuencia acertadamente, qué beneficio económico o político se encuentran detrás éstos.
Sin embargo, la crisis del pensamiento institucional para Heclo tiene también motivos más profundos. La expansión de la economía comercial-capitalista a todos los ámbitos sociales genera también una expansión de su valor principal: el individualismo. El individualismo está en tensión con algunos de los aspectos del pensamiento y comportamiento institucional, que implica necesariamente la anteposición de los intereses generales de la institución a la de alguno de sus miembros.
Heclo no es ni un ingenuo ni un reaccionario que persiga una involución a la sociedad previa a la revolución industrial o a los años 50. Considera que las transformaciones sociales producidas por estos movimientos históricos son enormes y en gran medida positivas. Pero sí es de la opinión de que en la sociedad actual sería conveniente una mayor presencia de las instituciones y de los valores que representan, ya que "se inscriben en un orden moral más amplio de fomento benigno del bienestar humano"[1].
Esas instituciones pueden ser un ideal profundo, un fenómeno social y cultural o una interpretación religiosa, pero a lo que realmente se refiere Heclo es a "algo no tan grandioso sino más bien de alcance medio, como una vocación profesional, una empresa familiar o una identidad comunitaria"[2].
Para lograr ese resurgimiento de los valores institucionales Heclo propone que cada persona adopte una nueva manera de pensar y actuar: precisamente "pensar y actuar institucionalmente". Este modo de pensar y actuar consiste, en primer lugar, en que "los intereses privados de cada persona deben quedar subordinados en ciertos aspectos a sus responsabilidades institucionales: actuar sobre la base de lealtad subyacente al fin (o fines) que explican la presencia en esa institución"[3].
Propone también extender los horizontes temporales de nuestras decisiones, concibiendo a cada persona como la receptora de una tradición y unos valores que conservar con fidelidad y legar a sus sucesores. Considerar, en definitiva, nuestras acciones como dotadas de trascendencia, relevantes en un mundo de significados más amplios.
"Lo que se afirma- nos dice Heclo- no es una negación del yo, sino una entrega de este... La vida es mucho más que la sumisión banal a la mera conveniencia. Contempla un presente sensiblemente enriquecido por lo heredado/legado"[4].
Pese a que el análisis que realiza Heclo del valor profundo de las instituciones, de su evolución y su situación actual es profundo y brillante, las recetas que propone (estructuradas alrededor de los conceptos de "lealtad institucional", "usufructo", "cargo" u "oficio", "lealtad", "respeto profundo") son básicamente individuales y hay momentos en los que bordean peligrosamente el libro de autoayuda. Se echa de menos un enfoque, precisamente, más institucional: ¿cómo podríamos entre todos variar el mapa de incentivos para que los valores que propugna tengan un mejor acomodo en nuestras vidas?
Se trata en cualquier caso es una interesante reflexión sobre el papel de las instituciones y de los valores comunitarios en las sociedades avanzadas hecha desde el conservadurismo más sensato y consecuente con sus orígenes: una llamada de atención sobre como el libertarismo procedente de los años 60 y el neoliberalismo más agresivo están socavando instituciones y vínculos que, a cambio de modestas restricciones, facilitan las vidas de los hombres en sociedad y la empatía y convivencia con sus semejantes.
[1] p. 249.[2] p. 17. [3] p. 227.[4] p. 208.