Tenía unos ojos oscuros,
cejas espesas, bajas, que daban una sombra buena
a su luz confiada.
Nacía ese destello
y no diríais que era luz de un niño.
Allí, en su origen, con pureza tanta.
pero cuando llegaba a los hombres
aquella luz había
hecho un duro viaje; milagrosamente limpia aún
mas en largo transcurso.
Su rayo había crecido entre la muerte,
entre crudas u horribles agonías,
entre el nacimiento y el llanto,
entre la risa hermosa de los sanos,
y había viajado extensamente, con detenciones tris-
tes,
con paradas alegres.
Allí había instalado en la salud a un niño como en
un campo de júbilo y verdura.
Esa luz misma, como un brazo firme,
trajo a un viejo a un más dulce poniente,
y fue de pronto el fresco
chorro para su boca amortecida,
o una nube piadosa.
Conoció y quiso y pudo, y largo hizo,
no infinito, el viaje.
Aquí esa luz ayudó a vida, engañó a muerte.
Y en horas finales, cuando el sol definitivamente se
ha puesto,
en la tiniebla penúltima, fue un rayo aún a quien
nada veía.
Ah, cuántos, ciegos ya, vieron brillar
una luz aún real sólo a los labios.
Los pobres de la tierra, si no riqueza, vida su cum-
plieron,
porque él supo ser justo.
Y en su mirada se fue depositando
la súplica del solo,
el miedo del que teme,
la cólera del santo, los acentos
del que maldice y mira con ojo seco y luto.
¡Oh, el viaje en sus ojos!
Y así,
aquella mirada nos llegaba
con lo que súbito todo resumía.
Cuando
puesta su mano sobre vuestro hombro,
os miraba, veíais.
la sorprendente confianza en el hombre.
¡ Ah resumen de ciencia!
Allí sí, confirmada, esforzadamente aportada,
victoriosa del largo día, de la larguísima noche, en
luces y espantos,
os entregaba su verdad cono una luz desde sus ojos
sostenidos.
Ah, cuántos hombres quedan
o destruidos o muertos, y sabios y apartados.
porque para muchos conocer es descreer.
Pero para aquel hombre tan vivido,
que vivió muchas vidas, que las bebió y las hizo algo
más que la vida pues las hizo esperanza,
del enorme convoy que atravesó su vista
nos trajo su luz pura, su luz cargada
con la entera palabra que sin letras decía.
Resplandezca su nombre calladamente mudo, como
signo
que el hombre hace a los hombres:
¡Fidelidad humana!