Este estudio busca remarcar que, para que las políticas públicas de reinserción laboral tras un conflicto sean más eficientes y efectivas, deben tener en cuenta las circunstancias de los individuos
Tras la finalización de un conflicto bélico, ¿qué ocurre con quienes fueron llamados a filas, hechos prisioneros o se vieron obligados a abandonar sus hogares? ¿Cómo es la vuelta a la cotidianidad de estas personas, su reinserción a la vida laboral?
Para intentar responder estas preguntas, hemos analizado datos de población de la antigua Alemania del Oeste referentes a educación, empleo e historial familiar y los hemos combinado con información referente a la Segunda Guerra Mundial para establecer las condiciones de reincorporación al trabajo de los alemanes una vez finalizada la guerra.
La guerra
La Segunda Guerra Mundial es el conflicto armado con mayor mortandad de la historia. Solo en Europa provocó más de 39 millones de muertes.
Se han documentado más de 11 millones de prisioneros de guerra alemanes y más de 5 millones de heridos de guerra. La mayoría de ellos no volvieron hasta acabada la contienda, en uno de los mayores movimientos de población de la historia europea.
Tras la movilización prácticamente total de varias generaciones de alemanes, el milagro económico alemán proporcionó una situación favorable para la reinserción de los excombatientes, lo que podría explicar el reducido desempleo que sufrieron.
De ahí que decidiéramos investigar cómo fue la vuelta al trabajo de los heridos, los desplazados y los prisioneros alemanes tras la Segunda Guerra Mundial.
Las fuentes
Para nuestra investigación utilizamos datos sacados del German Life History Study, una encuesta que ofrece información detallada sobre educación, empleo e historial familiar de las generaciones nacidas entre 1919 y 1971 realizada por el Centro WZB de Ciencias Sociales de Berlín.
Nos centramos en los nacidos entre 1919 y 1921. Consideramos de especial interés esta generación porque se vio inmersa en el servicio militar obligatorio en una edad en la que, en condiciones normales, habrían estado entre el fin de sus estudios y su inserción en el mercado laboral.
Centramos nuestro estudio en aquellos individuos que durante la guerra sufrieron lesiones, se vieron obligados a desplazarse o fueron hechos prisioneros y recopilamos información de 559 personas.
Completamos nuestro estudio con datos del censo de 1970, que nos permitieron sobrepasar las limitaciones de la GLHS (escasa muestra y datos por generaciones) y complementarla al obtener información del nivel de educación alcanzado y la edad de jubilación de las personas objeto de nuestro estudio.
Los heridos
Este grupo no sufrió los efectos de la guerra en su prestigio ocupacional, medido como el estatus asociado a la ocupación. En los heridos de guerra la empleabilidad solo bajó cuando alcanzaron edades más avanzadas, quizás porque es en ese momento vital cuando se combinan otros factores que disminuyen la salud del individuo.
Este grupo se jubiló antes y tuvo pensiones de jubilación más bajas. Pese a ello, sus ingresos casi no se vieron alterados porque fueron beneficiarios de subsidios como heridos de guerra.
Los prisioneros
Más de las tres cuartas partes de los hombres alemanes nacidos entre 1919 y 1921 (casi la mitad de los hombres de nuestro estudio) fueron prisioneros de guerra, incluso durante años.
Quienes tras acabada la contienda permanecieron encarcelados durante más de seis meses tuvieron peores condiciones para incorporarse a la vida laboral.
Su educación fue peor que la de quienes volvieron al acabar la guerra. Incorporarse más tarde a la vida laboral, y por tanto con una menor duración potencial de la misma, desincentivaría sus expectativas de formación. Entre los 20 y los 30 años, estos hombres trabajaron casi dos años y medio menos que los que no habían sido prisioneros. Pero, por otra parte, a los 59 años tenían casi un 10 % más de probabilidades de seguir trabajando que los de los otros grupos: pospusieron su jubilación para compensar el tiempo de trabajo perdido.
Tuvieron menos éxito profesional pero sus pensiones no fueron mucho más bajas que las de los otros porque el sistema de pensiones suplía las lagunas en la vida laboral provocadas por el cautiverio.
Los desplazados
Más de uno de cada cinco hombres de nuestra muestra fue desplazado de manera forzosa hacia Europa del Este durante la guerra. Su vida laboral fue apenas un poco más corta que la de los no desplazados pero sus ingresos en la vejez sí fueron significativamente más bajos debido, principalmente, a las diferencias en los ingresos ajenos a la jubilación.
Para ellos, los ingresos procedentes de fuentes distintas de la pensión de jubilación fue casi un 70 % menor en relación con la media del grupo de control. Estas peores condiciones pueden deberse al empobrecimiento provocado por la pérdida de propiedades a causa del desplazamiento forzoso.
Las consecuencias
La Segunda Guerra Mundial movilizó prácticamente a la totalidad de los alemanes nacidos entre 1919 y 1921 para quienes las probabilidades de ser heridos o hechos prisioneros dependía básicamente del frente en el que les tocaba luchar, algo sobre lo que tenían poco control.
Su evolución vital en el ámbito laboral nos ha permitido evaluar los efectos a posteriori de la guerra. Por ejemplo, las secuelas de las lesiones sufridas en combate provocaron jubilaciones anticipadas mientras que los prisioneros de guerra prolongaron su vida laboral para contrarrestar los años pasados en prisión.
Por ello, este estudio busca remarcar que, para que las políticas públicas de reinserción laboral tras un conflicto sean más eficientes y efectivas, deben tener en cuenta las circunstancias de los individuos.
Autor: Jan Stuhler, Profesor titular de Microeconomía Aplicada y Economía del Trabajo, Universidad Carlos III
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
Fotografía de portada: Coches Volkswagen Beetle, símbolo del despegue económico alemán, en la cadena de montaje de la fábrica de Wolfsburg, 1973. Lothar Schaack / Wikimedia Commons, CC BY-SA.