Belén Barroeta es comunicadora científica y miembro del Grupo BIOE del IMDEA Agua. Especialista en el campo de la electromicrobiología
Preséntenos su investigación
Soy miembro del Grupo Bioe de IMDEA Agua, especializado en el campo de la electromicrobiología. Mi actividad principal se centra en la divulgación y comunicación de las aplicaciones de esta disciplina, en especial en el campo del agua.
¿De qué manera contribuye tu investigación a afrontar los desafíos de la sociedad?
Aunque mi trabajo tiene diferentes facetas, creo que mi principal contribución es acercar al gran público de forma clara y comprensible la investigación que realizamos, y su repercusión para lograr un mundo más sostenible.
Comunicación de la ciencia. ¿Cómo hacer llegar a la sociedad en trabajo de los científicos/as?
La comunicación científica es un término genérico para la práctica de informar, inspirar y enganchar al público al conocimiento científico. Existen muchos tipos de comunicadores, desde investigadores y académicos hasta periodistas, escritores y equipos de marketing y gabinetes de comunicación en las universidades o centros tecnológicos. La divulgación de la ciencia ha experimentado en España un gran auge en la última década; en el mundo anglosajón y en otros países europeos en general nos llevaban décadas de ventajas.
En los dos últimos años hemos asistido a un fenómeno único que ha dado una vuelta a nuestra forma de abordar la comunicación científica. La pandemia no solo ha cambiado la ciencia sino también la forma de contarla; hemos visto la necesidad de disponer de información precisa y fiable entre el bombardeo de noticias falsas, bulos y todología. Se han difuminado las fronteras entre divulgación, comunicación y periodismo y ha surgido la figura del influencer científico. Mientras, gran parte de la comunidad investigadora ha tardado en adaptarse a este cambio de poder en el sistema de la información científica, transformación que se ha acelerado con la crisis del covid-19.
“En los dos últimos años hemos asistido a un fenómeno único que ha dado una vuelta a nuestra forma de abordar la comunicación científica. La pandemia no solo ha cambiado la ciencia sino también la forma de contarla”
No obstante, y como señalaba un reciente editorial de Nature, ¿qué debemos esperar de esta ola? ¿Educación? ¿Promoción? ¿Cambiar comportamientos? En el caso de nuestro grupo, nuestra intención es promover la ciencia y la innovación, y también realizamos una labor educativa. Cada año, además de participar en las diferentes actividades institucionales –Noche de los Investigadores, Semana de la Ciencia, puertas abiertas, etc.– proponemos diferentes proyectos, talleres y seminarios orientados a estudiantes desde la educación primaria a la universidad.
Comunicar ciencia y tecnología de manera efectiva es más complejo de lo que a simple vista puede parecer. No se trata solo de traducir términos complejos a un lenguaje llano, la sociedad demanda cada vez más conocimiento experto. Uno de los fenómenos a los que nos enfrentamos a la hora de transmitir los resultados de investigación es la omnipresencia de ciertos tópicos que dominan la escena –vacunas, pseudociencias, transgénicos–, y unas audiencias cada vez más polarizadas debido a los algoritmos que dominan las redes sociales. Este panorama hace difícil difundir otros temas de investigación relevantes, pero menos mediáticos, como es nuestro caso.
¿Qué retos de futuro se plantea con su actividad investigadora?
Uno de los retos profesionales es impulsar el conocimiento del campo de investigación en el que trabajo, que me apasiona: la electromicrobiogía, y su aplicación a los tratamientos de aguas. El agua es el recurso natural más importante, con un valor ambiental, social y estratégico fundamental en el desarrollo humano.
En este sentido, en el Grupo Bioe trabajamos desde la prueba de concepto más inicial a la transferencia tecnológica de la solución final al mercado.
En 2012, con el apoyo de la OTRI de la Universidad de Alcalá, creamos Nanoelectra. Y en 2016, de la mano de IMDEA Agua, nació Metfilter. Ambas empresas de base tecnológica han generado soluciones innovadoras para descontaminar o monitorizar la calidad de las aguas que nos rodean.
Ya sé que me dirá, como buena investigadora, que la ciencia no tiene fronteras, ni nacionalidad, pero no por ello deja de ser cierto que la ciencia la hacen personas concretas en lugares determinados. Muchos de ustedes han recibido fondos públicos, becas, presupuestos para desarrollar su carrera. Permítanme hacer la pregunta del interés general: ¿Cómo avanza Madrid cuando avanza la ciencia en Madrid?
El avance de la ciencia implica un aumento del bienestar, de la calidad de vida y de la percepción que las personas tienen de su propia existencia. Pero, además, la ciencia –como la educación o la sanidad– genera nuevos recursos económicos, más puestos de trabajo, y aumenta el patrimonio cultural. Según la última Encuesta de Percepción Social de la Ciencia, realizada por la Fecyt en 2020, un 84 por ciento de la ciudadanía está a favor de que se aumente la dotación en los presupuestos. De modo que, si la ciencia de Madrid avanza, toda la sociedad madrileña se beneficia.
¿Alguna cuestión que quiera añadir?
La divulgación del saber científico es un compromiso de la ciencia con la sociedad, que tiene derecho a conocer cómo se invierten sus impuestos. Pero, además, la ciencia es cultura e información, ayuda a combatir la ignorancia, a ejercitar el pensamiento crítico y a estimular el debate. Un buen síntoma de esta demanda de conocimiento es que en los últimos años hemos asistido a una eclosión de eventos en la Comunidad de Madrid –con el ejemplo más reciente de la Feria Madrid por la Ciencia y la Innovación, con más de 20.000 visitantes–, y cada año las actividades de la Noche de los Investigadores o la Semana de la Ciencia cuelgan el cartel de completo.https://www.semanacienciamadrid.org/