Estos animales son capaces de localizar a sus presas ocultas bajo 60 centímetros de nieve. Y en su cara ancha, en forma de disco, está la clave
La mayoría de los búhos vuelan directamente hacia su presa, sin embargo, el cárabo lapón (Strix nebulosa) planea justo por encima de un área objetivo antes de caer directamente y perforar la nieve con sus garras.
Según un nuevo estudio de la Universidad de California (UC) en Riverside (EE UU), varias características físicas de estos animales, especialmente partes de sus alas y su cara les ayudan a corregir las distorsiones sónicas causadas por la nieve. Esto les permite encontrar su comida en movimiento con una precisión asombrosa.
"No son las únicas aves que cazan de este modo, pero en cierta manera son las más extremas porque pueden localizar a sus presas muy por debajo de la capa de nieve", afirma el biólogo de la UC Riverside Christopher Clark, que dirigió el estudio. "Esta especie es especialista en cazar en la nieve", añade
Clark y su equipo realizaron este año una serie de experimentos en los bosques de Manitoba (Canadá) para comprender mejor su acierto, a pesar de la visibilidad y los sonidos limitados por la nieve. Sus observaciones están recogidas en la revista Proceedings of the Royal Society B.
El hallazgo clave está en su cara ancha en forma de disco, porque la utilizan como un radar para encontrar comida. La parte carnosa de nuestras orejas funciona como sus rasgos faciales. Una abertura bajo las plumas canaliza el sonido hacia las orejas, situadas cerca del centro de la cara.
"Es similar a la forma en la que un perro puede girar sus orejas para afinar el sonido. Los búhos pueden hacer lo mismo", explica Clark.
Los discos faciales más grandes son más sensibles a los sonidos de baja frecuencia. El cárabo lapón, con el disco facial más grande de todas las aves, está hecho para cazar topillos, su alimento preferido. Los topillos, que a menudo se confunden con los ratones, tienen voces agudas que se pierden bajo la nieve. Sin embargo, sus sonidos de excavación y masticación llegan directamente al radar facial de los búhos.
Experimento con ruidos pregrabados
Para demostrar cómo la nieve afecta al sonido de los topillos, los investigadores cavaron agujeros junto para observarlos mientras cazaban. Dentro de estos agujeros, colocaron altavoces que reproducían una variedad de sonidos: ruido blanco, que es de alta frecuencia, así como grabaciones de topillos de madriguera, que son de baja frecuencia.
Una cámara acústica compuesta por múltiples micrófonos captó los sonidos que emergían del manto de nieve desde seis profundidades diferentes. El análisis reveló que los ruidos de baja frecuencia eran los que mejor se transmitían. Solo los sonidos de 3 kilohercios o menos se transmitían a través de capas de nieve de 50 centímetros de espesor; todos los sonidos de alta frecuencia desaparecían.
"El hecho de que el sonido de baja frecuencia pase a través de la nieve explica el disco facial de esta especie, porque tienen mejor audición de baja frecuencia con un disco tan grande", asegura.
Los experimentos sónicos del grupo también demostraron que la nieve desvía los sonidos de los topillos, creando un ‘espejismo acústico’. Al pasar un momento por encima de su presa, las aves corrigen las distorsiones de la nieve.
"La distancia que el sonido tiene que recorrer desde lo alto es más corta, y hay menos nieve para que el sonido viaje a través de ese lugar. Esto definitivamente ayuda a los búhos a aterrizar donde lo necesitan", puntualiza Clark.
Un ave de lo más silenciosa
Estos búhos también tienen alas que amortiguan el sonido del vuelo, lo que puede permitirles concentrarse en los ruidos procedentes de los topillos. Entre todos, esta especie es de las más silenciosas en vuelo, debido a sus largas alas con flecos recubiertas de un grueso "terciopelo". Las cualidades de amortiguación del sonido de estas alas pueden ser particularmente útiles durante la fase de vuelo de la caza.
Este último aspecto del trabajo es de interés no solo para los fascinados por estas aves, sino también para quienes desarrollan máquinas silenciosas. "Entre los años 40 y 60, el sonido de los aviones se redujo drásticamente, pero desde entonces no ha habido avances. Estudiar el funcionamiento de sus alas podría ayudar a inspirar nuevas aeronaves y drones que generen menos ruido", afirma Clark.
Referencia bibliográfica:
Christopher J. Clark et al. “Great Gray Owls hunting voles under snow hover to defeat an acoustic mirage”. Proceedings of the Royal Society B Biological Sciences.