Del dolor y del tiempo, ¿qué saben las estrellas?
En su yerta sustancia de ceniza
no hay finitud ni angustia, día y noche.
¿Cómo van a poder guiar nuestros pasos?
Nada ansían ni temen, nada sueñan.
Su principio vital es el hidrógeno
con una porción de helio. Y eso basta.
Todo es allí perfecto, indestructible:
la alegría es tiniebla; el fin, aurora.
Nuestro hidrógeno es tiempo y es dolor,
dos sustancias que nunca hallará un físico.
Nuestro helio es la estrella fugaz de los deseos
y ese vencejo gris que ahora pasa.
Y quizá algunas cosas que nos siguen
y a las que perseguimos, sin saber bien por qué.
Una mujer desnuda, el susurro de un maizal.
Las nubes fugitivas, el agua transparente.
Y una sonrisa, un plástico, una foto.
Cosas que nos explican porque existen
más allá de nosotros, sin nosotros.
Cosas que dejaremos a los desconocidos.
Cosas que todo el mundo olvidará.
Cosas que existirán, tercas, leales,
cuando nadie se acuerde de nosotros.