Me aferro al suelo y no conozco límites
del pensar. No sé quiénes son las rocas.
Silban las flores allende los límites
y cuelgo mi farol harto de rocas.
Determina el moverse ciertos límites;
pone cristal la tarde en unas rocas.
Se ampara el horizonte en cuatro límites
y tengo tras de mí follaje y rocas.
Avanzo y me despojo de las llamas
del fuego que ahora chilla sobre el agua.
Un roble corpulento alza la Tierra.
De un soplo temporal echa por tierra
los augurios que el hombre escribe en agua
intentando hacer signos de unas llamas.