Fecha
Autor
José Manuel González (Área de Biodiversidad y Conservación, ESCET, URJC)

La destrucción de los humedales en España

Los <a href="?id=24362&amp;amp;sec=2&amp;amp;tipo=g" target="_blank">humedales</a> son ecosistemas de transición entre los ambientes terrestres y los acuáticos en los que existe, durante todo o parte del año, una lámina de agua poco profunda. Se tratan, por tanto, de ecosistemas muy variados: incluyen desde lagunas estacionales (esto es, que se secan parte del año) con aguas muy salinas, hasta pequeñas cubetas de origen glaciar que permanecen congeladas durante muchos meses. Una característica clave en buena parte de ellos es que presentan condiciones muy cambiantes a lo largo del año y, sobre todo en nuestro entorno mediterráneo, entre años diferentes.
Se estima que los humedales suponen hoy en día el 6% de la superficie emergida del planeta. De todos modos, también se estima que su superficie actual es la mitad de la que tenían antes de que nuestra especie tuviera capacidad para alterar el paisaje. Los humedales de España no son una excepción a este patrón de pérdida, pues se calcula que han perdido el 60% de su extensión original.

Los humedales poseen dos recursos limitantes para la agricultura: territorio y agua, por lo que no es extraño que la tendencia a transformarlos en campos de cultivo empezara hace ya mucho tiempo. Además, estos ecosistemas han actuado como focos de paludismo (una enfermedad erradicada de España en los años sesenta), lo que aumentaba si cabe el interés por eliminarlos. Los peores años para la conservación de los humedales españoles fueron las décadas de los cincuenta, sesenta y setenta, cuando se combinaron la capacidad tecnológica para desecar grandes extensiones de terreno, con el desconocimiento sobre los beneficios proporcionados por estos ecosistemas. En esos años, fueron eliminadas lagunas como la de La Janda (Cádiz), La Nava (Palencia) y Antela (Orense), que eran, precisamente, las de mayor extensión del interior peninsular. Con el fin del periodo desecador no ha llegado el final de los problemas para los humedales, pues el aumento del uso del agua por la agricultura ha mermado la cantidad disponible para el mantenimiento de muchos de ellos. Además, si como predicen varios modelos, el cambio climático hace que aumenten las temperaturas y disminuyan las precipitaciones en la Península Ibérica, los problemas de conservación de los humedales españoles se incrementarán.

¿Qué hemos perdido y qué estamos perdiendo con la destrucción de humedales? La respuesta más sencilla es la de especies ligadas a esos ambientes. Los humedales son lugares de enorme biodiversidad pues proporcionan agua y alimento a gran cantidad de organismos; estamos ante un grupo de ecosistemas que incluye a algunos de los que presentan la máxima producción primaria a nivel mundial.

Es complicado tener una imagen completa del impacto de la destrucción de estos ecosistemas sobre la biodiversidad, pues muchos grupos de organismos han empezado a ser bien conocidos hace poco tiempo. Sin embargo, sabemos que, de las 19 especies de plantas vasculares consideradas extintas en la España peninsular, 4 vivían en humedales. También hay otros ejemplos, como la desaparición de los últimos ejemplares nidificantes de grulla en nuestro país tras la desecación de la laguna de La Janda.

De todos modos, la destrucción de humedales no causa sólo desaparición de especies, sino que también ocasiona la pérdida de las funciones ecosistémicas que realizaban, muchas de ellas importantes para las sociedades humanas.

Una de las funciones más apreciadas de estos ambientes es su capacidad para retirar nutrientes del agua. Esta capacidad se debe a que en los humedales, la velocidad y la profundidad del agua son escasas y hay, además, gran cantidad de vegetación, condiciones que favorecen la sedimentación del material arrastrado por las aguas. Una vez sedimentados, estos materiales van a sufrir varias reacciones químicas espontáneas y la acción de los microorganismos, con lo que los nutrientes pueden ser retenidos en los suelos y sedimentos de los humedales o transferidos a la atmósfera. También pueden ser tomados por la vegetación de estos ambientes, que los ingresarán en las redes tróficas terrestres. Al retirar nutrientes, los humedales contribuyen a atenuar o evitar la eutrofización de los ríos y embalses. La eutrofización es un problema ambiental grave que amenaza el mantenimiento de muchos ecosistemas de aguas continentales y marinas e incluso afecta directamente a la salud humana.

Otra función importante de estos ecosistemas es la reducción de la intensidad de las crecidas de los ríos. Se debe a que, a menudo, los humedales retienen el agua un tiempo variable antes de verterla a los ríos, evitando así que toda ella entre a los cauces al mismo tiempo. Esta capacidad es muy habitual entre estos ecosistemas, si bien no se da siempre y existen casos en los que la presencia de algunos tipos de ellos amplifica la intensidad de las crecidas.

Los humedales también intervienen en el ciclo del agua aumentando su evaporación a la atmósfera, por lo que es frecuente que su presencia disminuya el caudal medio de los ríos. Este hecho puede interpretarse como contrario a nuestros intereses, pero su acción reteniendo materiales finos puede contribuir a disminuir la velocidad con la que los embalses se rellenan de sedimentos, lo que prolonga su vida útil.

Finalmente, los humedales actúan almacenando gran cantidad de carbono que, de otro modo, pasaría a estar en la atmósfera e incrementaría la intensidad del efecto invernadero. Estos ecosistemas son capaces de constituir un reservorio importante de carbono porque sus suelos y sedimentos permanecen frecuentemente saturados de agua. En estas condiciones, el oxígeno resulta escaso y, por tanto, los procesos de descomposición del detritus (materia orgánica muerta) se hacen más lentos. Cuando el humedal se deseca, el aire puede penetrar en sus suelos y sedimentos, lo que acaba con la situación de hipoxia o anoxia (esto es, escasez o ausencia de oxígeno). El resultado final es que se acelera la descomposición de la materia orgánica y se libera gran parte del carbono que estaba acumulado en forma de detritus.

Dadas las consecuencias que tiene la destrucción de humedales, los esfuerzos para su protección están justificados como un medio para mantener la biodiversidad y varios procesos ecológicos que tienen efectos directos sobre el bienestar material de nuestra sociedad.

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