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El dios del hielo
ha congelado el mundo
y los árboles se han vestido
de una nueva hermosura
Sus ramas de cristal
esplenden en la noche
como si la savia fluyera
convertida en luz
Por todas partes cuelgan
estalactitas transparentes
espejos con espadas
gotas de diamante
Un cometa cruza el firmamento
y deja una estela de escarcha
Pronto vendrá el deshielo
como un lento apocalipsis
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En las constelaciones Pitágoras leía,
yo en las constelaciones pitagóricas leo;
pero se han confundido dentro del alma mía
el alma de Pitágoras con el alma de Orfeo.
Sé que soy, desde el tiempo del Paráíso, reo;
sé que he robado el fuego y robé la armonía;
que es abismo mi alma y huracán mi deseo;
que sorbo el infinito y quiero todavía...
Pero ¿qué voy a hacer, si estoy atado al potro
en que, ganado el premio, siempre quiero ser otro,
y en que, dos en mí mismo, triunfa uno de los dos?
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Hay ojos que verán nuestra memoria.
El doctor Barraquer, viejo oftalmólogo,
conoció la crueldad junto al milagro
y comprendió lo frágil del don de la mirada:
al fallecer su padre, que lo inició en la ciencia,
pudo guardar sus ojos
y devolver la vista a varios hombres.
¿Retendrán los fulgores de ese amor
más allá de la estrella de la córnea
y del pozo sagaz de la pupila?
Explorando los fondos deslumbrados,
las cavernas perplejas donde habitan
las veloces imágenes, las formas,
los colores que aún no tienen nombre
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La nueva Física nos ha enseñado que cuando dos partículas simples
se unen, no es para formar una compleja sino para fundirse en una
nueva partícula que es también simple y radicalmente distinta de
cuanto antes existía. Atengámonos a ello. Evitemos las posibles
resonancias humanístico-biológicas.
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En medio del prado
hay una escuela
adonde van las flores y las abejas,
amapolas y lirios,
violetas pequeñas,
campanillas azules,
que, con el aire, suenan.
En medio del prado
hay una escuela
y una margarita
que es la maestra.
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TANTO viene, tanto va
Campo ondulante,
fluctuante,
red sin peces.
Sólo brilla el momento
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(The Labour - Saving Machinery)
Ni es un dragón
ni es un juguete, Marta.
Es un regalo religioso...
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La enorme luna blanca está tan cerca
y aún no puedo creer que soy yo el elegido
para dejar mi huella en sus desiertos.
Todo es ya la blancura.
Miro entre olas de sombra a la ballena blanca del cielo.
Hijo de turbias razas que temieron la noche,
las ideas oscuras, los dioses, las pieles oscuras,
ahora soy el ápice del arpón antiquísimo
que codicia la carne de este planeta blanco.
Alguien sabe en lo alto que estoy girando en tomo de la luna.
No puedo recordar en este instante si
Él habló de la luna en sus parábolas.
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Cuenta Darwin que tiraba de la cola
de una tortuga con todas sus fuerzas
cuando ella se dio vuelta y lo miró
como diciendo: «¿Por qué me hacés esto?».
El sabio, que a la sazón tenía
26 años, pensó que era un poco
ridículo contestarle. Además
¿qué podía decirle?
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La sombra del pájaro que vuela
se proyecta en el vacío.
Hay que tener el instrumental de los poetas para verlo.
Si es así, escribirás un paper, perdón, un verso
y lo publicarás no sin cierto orgullo.
También puedes ser aire y sentir su peso.
Le ayudarás en su vuelo sin más recompensa.
Al final, el pájaro y su sombra se posarán
sobre la rama que mece tu olvido.