Cuando ello es posible, uno debe contar.
Karl Friedrich Gaus
Puedo contarlo todo, como Arquímedes,
¡y aprender tantas cosas mientras cuento!...
Los granos de arena necesarios para llenar
el universo de Aristarco de Samos, o el de Einstein,
-que son, por cierto, más o menos los mismos
a pesar del tiempo transcurrido entre ambos-,
las manzanas que tiene el árbol de la ciencia,
la cantidad exacta de gotas
con que la lluvia me acaricia
esta tarde de invierno. Puedo
decir, sin temor a equivocarme,
cuál es el volumen que la luz ocupa por tu alcoba,
su falta aparente de esfuerzo mientras lo hace.
La luz en fuga de colores; la luz, esa invitada
que se cuela por puertas y ventanas, y luego
se pudre, que al parecer olvida lo que fue,
y muere sin violencia ni estrépito, habitada
de sombras. (Extraño delirio
el de la luz que nunca hemos tocado
y nos quemó tan a menudo).
Puedo contar las veces que ha subido
la marea desde que el mar existe.
Los ratos de descanso de una araña. Los astros
que ya han muerto y los que aún arden, desgarrando
confines, allá lejos. Pero... es triste contar.
¿Qué obtendría con ello? , ¿de qué me sirve
si ni siquiera me dais una moneda
para que gane algo por lo que aprendo?