Fecha
Autor
Alfredo Tiemblo Ramos (Instituto de Matemáticas y Física Fundamental. CSIC)

Conocimiento global: la industria del conocimiento

Es un uso acreditado describir las etapas de la historia humana a través de sus industrias características, hablamos así de edades de la piedra, la cerámica o los metales. Cuando se extiende la figura al mundo de hoy surge, casi naturalmente, el epígrafe <a href="?id=24646&amp;amp;sec=2&amp;amp;tipo=g" target="_blank">"Industria del conocimiento"</a> como el signo específico con el que en el futuro se va a distinguir los tiempos que estamos viviendo.
El prurito de sintetizar los conceptos en una sola imagen me ha llevado, con frecuencia, a afirmar que el conocimiento es el hacha de silex del hombre de hoy o por llevarlo al terreno de la frase hecha, presentar el momento histórico que estamos viviendo como aquel en el que finalmente se cumple aquello de "saber es poder".

El conocimiento es una aspiración ancestral del hombre que se funda en el audaz principio, nunca probado, que ve en el Universo una estructura susceptible de ser entendida con los recursos de la razón humana.

Esta ambición de conocer, aunque viva y perenne en todo tiempo, tenía su acomodo en el ámbito del debate de las ideas y es bastante discutible que Leibnitz o Newton esperaran ver sus especulaciones convertidas en "renta per capita" o producto industrial ni siquiera en el medio plazo, pensamiento filosófico y artes útiles, para emplear un término de la época, discurrían cada uno "a su manera".

Hoy las cosas han cambiado tanto que configuran una genuina novedad histórica cuyas consecuencias todavía son difíciles de vislumbrar. El tiempo en el que el producto puro del conocimiento fundamental puede incorporarse al sistema productivo se ha hecho tan breve que ciertamente, en esta industria del conocimiento, las ideas adquieren la condición "natural" de materia prima. El origen del que arranca este Olimpo de las comunicaciones en el que vivimos tiene, además de actualidad, el valor de un símbolo. Corría el 1873 cuando Maxwell escribe su Tratado de Electricidad y Magnetismo que representa una de las más bellas síntesis teóricas que ha construido la Física. Beben en esta fuente dos personalidades estrictamente complementarias Hertz, nacido en 1857, y Marconi que lo hizo en 1874. Ambos pues prácticamente pertenecientes a una misma generación, se interesan el primero en el estudio, desde un punto de vista fundamental, de la radiación y propagación de ondas electromagnéticas, comparte Marconi el mismo interés que le lleva, en cambio, a constituir en 1897 su Compañía Marconi de Telegrafía sin hilos. Desde la propuesta Teórica de Maxwell a la constitución de una Empresa de carácter industrial discurren solo algo más de veinte años, desde entonces el plazo no ha hecho otra cosa que disminuir.

Es por esto que a la perspectiva, todavía mantenida por algunos, que tiende a apoyar una Ciencia susceptible de aplicación en el sistema productivo, cabría oponer justamente la visión contraria, es decir atender más bien al diseño de un sistema productivo capaz de incorporar, en el corto plazo, los desarrollos de la investigación fundamental al ritmo que se producen en la actualidad. Naturalmente no se trata de plantear la cuestión en términos de disyuntiva pero si de apuntar la necesidad de entender que, en este terreno, un inteligente equilibrio entre las dos posturas va a ser clave si no se quiere quedar fuera del mundo de hoy. El binomio I + D debería, en consecuencia, sustituirse por algún intrincado símbolo, al uso de los de la Alquimia, en el que ambos conceptos aparecieran suficientemente entrelazados para sugerir la emergencia de un andrógino de nuevo cuño. Las políticas científicas tienen que tener muy en cuenta estas circunstancias, añadiendo además una positiva consideración de la propia génesis del conocimiento fundamental que encierra, en si misma, un elemento de sorpresa al que conviene prestar suficiente atención. Ninguna de las dos grandes revoluciones científicas que alumbra el siglo XX en el terreno de la Física, Relatividad y Física Cuántica, fueron previstas ni programadas por nadie, circunstancia, por otra parte, que suele acompañar a las grandes revoluciones científicas.

En otro orden de cosas se suele afirmar que la Ciencia es hoy un fenómeno global y siendo cierto, no lo es menos que también algunos matices, nada desdeñables, son oportunos a este respecto.

Que la comunidad científica tiene carácter internacional es bastante difícil de discutir si uno se ha movido algo por ese mundo, deducir de ello una especie de universalidad de la Ciencia es, en cambio, bastante aventurado.

En Ciencia hay metrópolis y periferias y las diferencias entre ambas situaciones está tendiendo a aumentar. Se genera de este modo el llamado "gap tecnológico" que está dejando a una parte de la humanidad fuera de juego. Un problema éste de cuya gravedad dudo mucho estemos siendo suficientemente conscientes y cuyas consecuencias son asimismo imprevisibles aunque algunas, nada tranquilizadoras, ya se están apuntando.

En este punto la que podríamos llamar paradoja de los países europeos resulta llamativamente elocuente. Se trata, en efecto, de países pequeños, muy poblados y sin recursos naturales, son las condiciones objetivas de la miseria. Su, al menos hasta ahora, altísimo nivel de vida constituye pues una anomalía que solo se puede explicar atendiendo a la capacidad de iniciativa de su Sociedad Civil de la que la Ciencia es uno de los resultados más evidentes.

Una Sociedad Civil estructurada y activa, está además en la base de cualquier sistema democrático, circunstancia ésta, que en nuestro país debería, aunque sólo sea por prudencia, recibir mayor atención. Existe otro elemento en esta Sociedad del Conocimiento global al que se alude poco, atañe a la propia naturaleza del esfuerzo científico que está determinando otra circunstancia con pocos precedentes. La Ciencia misma ha llegado a transformarse en importantísimo centro de actividad económica en el que es preciso participar, surgen así proyectos internacionales de carácter global que empiezan a parecerse a multinacionales del conocimiento. Reciente está la consolidación de la investigación en fusión controlada a través del ITER, uno más entre muchos ejemplos que aburrirían al lector, pero conviene insistir en que es la propia naturaleza y dimensiones de la Ciencia actual la que está determinando este proceso de globalización. Esencial entender que estar en un gran proyecto de "Big Science" no es pagar una cuota, así se puede estar en cualquier sitio, si no más bien aportar ideas y sugerencias participando en el propio diseño de las iniciativas, única manera conocida de generar retornos en términos de conocimiento y recursos productivos.

Estamos ante un proceso que, como todo, tiene luces pero también sombras, es por ello que el debate sobre el doble uso cobra cada día mayor actualidad. Aquí es preciso tener muy claro que el conocimiento, en sí mismo, carece de cualidad moral, el peligroso sistema de doble uso no es, en el fondo, la Ciencia sino el propio hombre, que debe afrontar la disyuntiva de ser inteligente o víctima. Soluciones en un problema que atañe a nuestra contradictoria naturaleza hay pocas, pero si alguna hay, habrá que buscarla en la educación. Una educación que incorpore la Ciencia y las implicaciones éticas asociadas al inmenso poder que pone en nuestras manos es, sin duda, receta de obvia e inmediata aplicación. ¿Vamos en la enseñanza por este camino?

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